Cataluña se separa de los mercados

ABC 22/09/16
EDITORIAL

· La obsesión identitaria del proceso separatista está echando por tierra muchas oportunidades presentes y futuras de inversión en Cataluña

DURANTE los tres primeros meses del año, Cataluña experimentó una pérdida en la captación de inversión extranjera del 35 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado. De 694 millones de euros pasó entonces a 435, lo que demuestra que la deriva independentista ya generaba un elevado grado de incertidumbre. Ahora, la situación se ha agravado: la caída de la inversión extranjera en el primer semestre del año alcanza casi el 60 por ciento en relación con 2015. Radicalmente contrario es, por ejemplo, el caso de la Comunidad de Madrid, que no solo mantiene de facto la recepción de inversión extranjera, sino que consigue capitalizar el 70 por ciento de los recursos internacionales que llegan a España. La Generalitat catalana y Puigdemont deberían tomar nota de sus múltiples errores y sacar las conclusiones oportunas, porque la obsesión identitaria del proceso separatista está echando por tierra muchas oportunidades presentes y futuras de inversión en Cataluña. Los datos objetivos saltan a la vista, por más que la Generalitat se empecine en negar la evidencia con trucos contables, falacias argumentales y manipulación de las cifras. A todo ello se suma otro dato más que preocupante, ya que cerca de quinientas empresas han abandonado Cataluña en apenas seis meses. El diagnóstico empieza a ser alarmante para las opciones de financiación de la región, la reducción de su déficit y la superación del rescate con el que, gracias al Fondo de Liquidez Autonómico previsto por el Gobierno central –y financiado por todos los españoles–, puede pagar sus nóminas y facturas públicas.

La gestión económica del Gobierno catalán que preside Carles Puigdemont junto a ERC, y con el aval del partido antisistema y anarquista CUP, es un desastre sin paliativos. Genera inestabilidad institucional, carece de la cualificación necesaria para sacar a Cataluña de los números rojos y no goza de ninguna credibilidad política a ojos de los inversores. Es indudable que el proceso puesto en marcha para «desconectarse» del resto de España actúa con un efecto ahuyentador. Y es peligroso porque la inversión extranjera busca exactamente lo contrario: un marco fiable en el que tener asegurada la certidumbre legislativa, una seguridad jurídica fuera de toda sospecha y un amplio margen de libertades que no se vea amenazado por partidos intervencionistas que presumen de su anticapitalismo mientras participan en mítines de apoyo al brazo político de ETA. A efectos financieros y económicos, Puigdemont no parece tener en cuenta que en los consejos de administración de las empresas extranjeras se estudia al detalle cómo y dónde invertir, y que el independentismo es sinónimo de quiebra, fractura, riesgos innecesarios, pérdidas e incertidumbre. Así de simple. Y con números.