JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS, EL CONFIDENCIAL 01/12/13
· Un simposio de historiadores catalanes va a tratar en diciembre sobre ‘España contra Catalunya’. Con tan apriorístico epígrafe no cabe duda alguna sobre el propósito del encuentro. Seguramente -y ojala me confunda- no se glosará el insigne pensamiento de un periodista y escritor que para Josep Benet “ha sido el escritor político más inteligente de la derecha catalana en este siglo” (en referencia al pasado). Se trata de Agustí Calvet, periodista que, bajo el seudónimo de Gaziel, dirigió La Vanguardia en los años de la II República y vivió -y narró- la declaración unilateral de independencia proclamada en octubre de 1934 por el presidente Companys. Ahora se ha publicado una antología de sus artículos, publicados en castellano, en la colección Biblioteca del Catalanisme de la editorial RBA. El título de la antología es Tot s´ha perdut (“Todo se ha perdido”).
La expresión, desesperanzada y amarga, es el arranque del artículo que Gaziel escribió el 21 de diciembre de 1934, bajo el título de “La clara lección”. Para el autor, apenas mes y medio después de la frustrada declaración independentista catalana, “Todo se ha perdido, incluso el honor. Con este retoque de una frase histórica podría resumirse el desastroso final del primer ensayo autonomista realizado en Cataluña. Las Cortes de la República acaban de rematarlo: el Estatuto queda suspendido ‘sine die’. Y son muchísimos los catalanes que, en su inmenso estupor, andan ahora preocupados en descubrir la causa esencial, la más profunda, de tamaña catástrofe”.
La expresión, desesperanzada y amarga, es el arranque del artículo que Gaziel escribió el 21 de diciembre de 1934, bajo el título de “La clara lección”. Para el autor, apenas mes y medio después de la frustrada declaración independentista catalana, ‘Todo se ha perdido, incluso el honor’
¿Quién podría afirmar que desde Cataluña estas palabras no volverían a escribirse si el proceso soberanista continua por los derroteros actuales? Nadie. Porque lo que se está viviendo allí -y aquí- no es algo radicalmente diferente a lo que se experimentó en 1931 con Macià y en 1934 con Companys. Gaziel calificó la intentona de “desatino” y, como si de una reflexión de rabiosa actualidad se tratara, sostuvo en aquel diciembre de hace 79 años, que “poquísimos pueblos en el mundo se habrán encontrado en circunstancias tan favorables, o habrán tenido una coyuntura tan propicia, para convertir en realidad sus ensueños políticos, como las de que gozó Cataluña, inesperadamente, en el seno de la hermandad hispánica, tras el cambio de régimen y la concesión del Estatuto de Autonomía”.
Si entonces este hombre con alma de profunda catalanidad y afección al catalanismo como acción política, escribió esas palabras, ¿no podría decirse lo mismo en este momento histórico? Sin duda, podría afirmarse. Como igualmente podría escribirse, como también lo hizo Gaziel en ese artículo: “Teníamos una coyuntura insuperable para hacernos amar de España entera, para atraernos las simpatías y ganarnos la colaboración de infinidad de hermanos nuestros, empleándonos a fondo en una obra de elevación y engrandecimiento nacional, en el levantamiento de una España nueva; y hemos acabado ahuyentando a todos nuestros amigos no catalanes, haciéndoles avergonzar y arrepentir de serlo, causándoles incluso tremendas heridas y teniendo nosotros que pasar, a los ojos de la mayoría, por torpes y ridículos separatistas”. Y termina el periodista su texto: “Sólo podremos triunfar en España yendo todos los catalanes fuertemente unidos, como irrompible falange, y además sólidamente abrazados con el mayor número posible de españoles hermanos”.
Cuando el periodista se refiere a la “Cataluña enferma” reflexiona sobre aquel “alzamiento” de 1934 que califica de “inverosímilmente barato” debido a “que solo se sublevó la Generalidad; el elemento gubernativo y oficial, por absurda que sea la cosa, y aún lo hizo verbalmente nada más
Toda la antología de los artículos de Gaziel -prologada por Enric Juliana– es inequívocamente catalanista, pero también inequívocamente crítica. Y adquiere en el revisionismo histórico que se propicia desde Cataluña un lugar preeminente aunque sus tesis sean incómodas, para los unos y también para los otros. No sólo para los catalanes secesionistas, pero especialmente para ellos. Aunque también para quienes afirman que en Cataluña se carece de conciencia autocrítica: la de Gaziel está vivísima y ha cobrado una actualidad viva y, en alguna medida, también profética.
Cuando el periodista se refiere a la “Cataluña enferma” reflexiona sobre aquel “alzamiento” de 1934 que califica de “inverosímilmente barato” debido a “que solo se sublevó la Generalidad; el elemento gubernativo y oficial, por absurda que sea la cosa, y aún lo hizo verbalmente nada más, con discursos y bravatas, de modo que prácticamente, en realidad, sólo se sublevó una partícula infinitesimal, y la más inofensiva, del partido mayoritario” (entonces ERC como quizás lo sea ahora)
Para Gaziel, “entre catalanes y castellanos, barceloneses y madrileños, autonomistas y centralistas, lo peor es que no nos conocemos, o nos conocemos tan poco que no colaboramos nunca”, palabras que podrían aplicarse a nuestros días, a este momento preciso de España, subrayando que el mal de entonces podría ser perfectamente el mal que ahora nos aqueja y que el periodista catalán denunció antes, incluso, de que se produjera el desastre de 1934, porque las palabras transcritas se publicaron en 1931.
Para Gaziel, “entre catalanes y castellanos, barceloneses y madrileños, autonomistas y centralistas, lo peor es que no nos conocemos, o nos conocemos tan poco que no colaboramos nunca”, palabras que podrían aplicarse a nuestros días, a este momento preciso de España
Del año anterior (1930) es también esta reflexión -estremecedoramente contemporánea- con la que cierro este post en el deseo de que el lector interesado se haga con este libro para entender lo que ocurre. Esta es la cita:
“El separatista cree que es imposible entenderse con el resto de los españoles, y para remediar esta situación, propone una cosa más difícil todavía, que es el desentenderse violentamente de ellos. No se siente capaz de hacer el esfuerzo necesario para influir en España, y, en cambio, sueña con el gigantesco propósito de escapar en absoluto a su influencia formidable. Para salir de una dificultad, crea otra mayor. Pero ¿si faltan las fuerzas para resolver la más pequeña, cómo van a tenerse para la máxima? Por esto el separatismo ha sido siempre en Cataluña una pura negación estéril. Lo poco que se obtuvo, vino en todo momento por vías de intervencionismo. Y el separatismo no hizo más que deshacer lo hecho, acarreando la anulación o destrucción de lo conseguido, y dejando a Cataluña desolada e inerme, sin la más vaga, sin la más remota, sin la más quimérica compensación. El separatismo es una ilusión morbosa que encubre una absoluta impotencia”.
Fin de la cita. Para que los historiadores de España contra Catalunya, y todos los demás, la tengan y tengamos muy en cuenta. Recordando, para que no haya malos entendidos sobre el personaje, que Gaziel fue represaliado por el franquismo, desterrado y sometido a total y absoluta censura. Condenado a un silencio del que emerge ahora con una extraordinaria solvencia intelectual.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS, EL CONFIDENCIAL 01/12/13