ABC 03/03/15
IGNACIO CAMACHO
· Mas ha relanzado su proyecto de secesión por miedo a que el auge de Podemos quiebre la mayoría del bloque soberanista
LO peor de las elecciones catalanas de septiembre es que al bloque soberanista le puede quitar la mayoría… Podemos. El partido de Pablo Iglesias ha irrumpido en Cataluña con tanta fuerza que incluso tiene a su alcance –bajo marca blanca– la alcaldía de Barcelona y amenaza el creciente auge de Esquerra Republicana, cuyos votantes más radicales pueden acabar por mostrarse más de izquierdas que independentistas. La hegemonía de la alianza estratégica CiU-ERC estará en cuestión si a la organización de Oriol Junqueras se le escapa el flanco extremista. Y lo que tiene de positivo esa posibilidad ofrece al mismo tiempo un reverso inquietante: el de imaginar al rupturista Iglesias blasonando de haber impedido la ruptura de España.
Por eso Mas aprieta en estas vísperas de comicios locales lanzando una campaña de autodeterminación con seis meses de adelanto. Quiere aglutinar el voto secesionista en una candidatura personal que encoja a ERC bajo su liderazgo. El constitucionalismo parece estancado porque el presentido crecimiento de Ciudadanos será a costa del PSC y el PP, los dos gran partidos nacionales empujados por sus propios errores a la irrelevancia en territorio catalán y vasco. En medio de ese enfrentamiento bipolar surge Podemos con una propuesta de confrontación social más que territorial y una ambigua postura a favor del abstracto «derecho a decidir» pero no de la independencia unilateral. Como la Unió de Duran Lleida pero en el otro lado del espectro ideológico. Y con mucha más expectativa de apoyos: puede ser el flautista de Hamelin de las jóvenes generaciones descendientes de la emigración que en los últimos tiempos se engancharon al soberanismo como una forma de protesta contra el sistema.
Si el bloque independentista se afloja, Pablo Iglesias no desperdiciará, a dos meses de las generales, la oportunidad de presentarse como el garante sui géneris de la unidad española. Ya se le llena la boca con la palabra «patria», aunque le dé al término un sentido bolivariano y populista. Su aparición en el complejo tablero catalán va a introducir en cualquier caso nuevos equilibrios de poder y obligará a una revisión de la geometría de los pactos. Todo ello en vísperas de las elecciones nacionales: la cuestión catalana atravesada otra vez en medio del futuro político de España.
Por esa razón hay algunas voces que aconsejan en privado a Rajoy un adelanto de dos meses: las generales el mismo día que las catalanas. Un órdago que pueda reforzar la débil posición del Gobierno introduciendo el debate de la secesión en el núcleo de la campaña. El presidente es partidario de cumplir plazos pero la espera le sumará en contra el eco de un descalabro del PP en Cataluña, paralelo al ascenso de Podemos yC’s. Y tendrá que evaluar si el rédito de un trimestre de crecimiento económico le compensa otra vuelta de tuerca en el desgaste de la marca.