EDITORIAL ABC – 23/07/14
· Los nacionalistas exhiben la bandera del victimismo, pero el saneamiento y la venta de Catalunya Banc desmontan la maniobra de Mas.
EL rescate y posterior venta de Catalunya Banc por parte del Estado desmonta, una vez más, el maniqueo victimismo que emplea el nacionalismo catalán para construir su particular discurso soberanista sobre la gran falacia del «España nos roba». Muy al contrario de las quejas que proclama el presidente de la Generalitat, ha sido el Gobierno central, gracias a la solidaridad del conjunto de españoles, el que ha salvado las finanzas públicas de Cataluña y los ahorros de su población. Lejos del manido «expolio fiscal» que denuncian los nacionalistas, el resto de España ha evitado la quiebra y la más absoluta ruina de Cataluña durante la crisis.
El último ejemplo es el de Catalunya Banc, no muy distinto al de otras cajas. Dicha entidad tuvo que ser nacionalizada por el Estado tras la nefasta gestión –investigada en parte por la Justicia– llevada a cabo durante los años de la burbuja inmobiliaria. En total, el Fondo de Reestructuración Bancaria tuvo que inyectar unos 12.600 millones de euros para impedir su caída y, de este modo, garantizar la integridad de los 25.600 millones en depósitos de sus clientes, el 95 por ciento de los cuales residen en Cataluña. La cifra invertida por el FROB se suma a los más de 24.000 millones de euros que el Estado ha prestado a la Generalitat en los dos últimos años para sufragar sus servicios públicos, pagar a sus proveedores e incluso devolver a los catalanes el dinero de los ruinosos bonos patrióticos que, en su día, emitió el Ejecutivo autonómico.
Resulta paradójico que los nacionalistas blandan la falsa bandera del victimismo financiero siendo Cataluña, precisamente, la comunidad más beneficiada y favorecida por el respaldo del Gobierno. Sin embargo, a pesar de las pérdidas cosechadas, la nacionalización y posterior venta de la entidad financiera era la opción menos mala de las existentes, ya que su quiebra no solo ponía en riesgo la devolución de los depósitos, sino que habría provocado un terremoto de incalculables consecuencias para el sistema bancario y, por tanto, para la estabilidad económica de todo el país, debido a la gran desconfianza que hubiera generado dentro y fuera de España. Además, cabe recordar que la oferta del BBVA era muy superior a la del resto de bancos que pujaron para hacerse con la caja. De hecho, el Gobierno intentó subastarla en dos ocasiones previas con nulo resultado debido a la falta de interés.
La solución escogida por el Gobierno ha sido, pues, la correcta. Cosa distinta cabe decir de los anteriores responsables del Banco de España, cuya deficiente supervisión no anticipó el posterior descalabro de esta y otras entidades financieras, y, muy especialmente, del nefasto clientelismo político que ha conducido a la ruina a la mayoría de las antiguas cajas de ahorro españolas.