Carlos Herrera-ABC

  • España no merece un Gobierno sin capacidad de maniobra

El Partido Socialista (el sanchismo), ya tiene a sus dos últimos secretarios de Organización entrando y saliendo de la cárcel. Por supuesto también tiene condenado a su fiscal general y procesados a la mujer y al hermano del Presidente. El ministro Torres puede verse perjudicado por la declaración de Aldama y algún cargo cercano a Sánchez puede entrar en problemas cuando el juez profundice en los tejemanejes de la cloaca de Leire Díez. No hace falta añadir que la financiación y las cuentas del partido están también bajo investigación judicial. Ayer, en el día redondo por excelencia, el Congreso rechazó sus previos a los presupuestos y ese tímido intento de presentarlos ha muerto antes de nacer. Por si fuera poco, tanto al exministro Ábalos como a su lugarteniente Koldo (también en prisión) les ha entrado un repentino deseo de contar historias de esas que nunca se sabe en donde pueden acabar, pero que no dejan a nadie en buen lugar, o cuando menos lo dejan en la pista de despegue de algún juzgado.

Entiendo, visto todo lo anterior, que Sánchez esté demudado. Y entiendo que se aferre al Poder como el que se aferra a la farola para no ser arrastrado por las aguas. Creo firmemente que, en el fondo, sabe que solo le puede servir para ganar algo de tiempo, pero no tiene arrestos para tirar la toalla, cosa para la cual también es necesaria valentía. Es inevitable su caída a los infiernos, pero resulta interesante dilucidar cuál de los asuntos antes citados puede llevarse por delante a semejante individuo. En una democracia homologable bastaría cualquiera, pero en un régimen con síntomas de autocracia imbécil, eso no es tan sencillo.

Todo el panorama nacional queda embarrado después de la decisión del juez Puente, la cual somete al gobierno a una situación insostenible. Cualquiera con dos dedos de conocimiento sabe que la tentación de colaborar con la misma justicia que te encarcela es directamente proporcional a tu deseo de quedar en libertad o, cuando menos, ver aminorada tu condena. Eso produce pánico en aquellas estructuras en las que debe producirlo: en el poder ejecutivo especialmente. El sanchismo teme que una irresistible ansia por conseguir una amortiguación de la pena –el fiscal pide 24 años– provoque confesiones insostenibles por parte de quien maneja información, digamos, muy sensible. Ábalos puede contar trasiegos delicados –Delcy, por ejemplo– y Koldo tiene grabado hasta la respiración del líder entre frase y frase. El propio aizkolari socialista podría gozar de una bala de plata en forma de conversación entre Zapatero y Sánchez, con rescate de aerolínea de fondo, que derrumbaría estructuras de envergadura. Vete a saber. Lo de la reunión con Otegui ya suena casi hasta a broma.

Todo queda por ver. España, en cualquier caso, no merece –o sí, según se vea– un ‘pandemonium’ como el presente: un gobierno sin capacidad de maniobra, un partido enfangado hasta el cuello, un presidente enrocado hasta la sinrazón y un panorama sombrío para un país adormecido.