El Correo-JUAN CARLOS VILORIA

El nombramiento de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del grupo parlamentario popular en el Congreso de los Diputados ha sido un fogonazo en el partido conservador. La disolución de las Cortes impedirá nuevos asaltos en el prometedor combate entre ella y Carmen Calvo, pero los primeros zarpazos de la combativa diputada rebelde ya confirman que se trata de una designación de alto riesgo. Casualmente uno de sus predecesores en esta tarea clave para la estrategia del partido, Alfonso Alonso, ha probado la medicina de Cayetana. Pero más allá de la oportunidad o la congruencia de sus comentarios sobre la trayectoria última del PP vasco lo cierto es que no hay nada más antagónico que el estilo del antiguo alcalde de Vitoria y la fundadora de Libres e Iguales. ¿De estilo, o algo más? De momento es pronto para saberlo pero ya aparecen indicios que apuntan en una dirección. Álvarez de Toledo atribuyó a la «tibieza» de los populares vascos con el PNV el desplome electoral de la sigla en Euskadi.

Dolidos, con razón, los dirigentes del PP vasco no acertaron con la respuesta porque tanto Semper como Alonso y también Oyarzabal rememoraron su resistencia frente al terrorismo durante tantos años de violencia y sistemática limpieza étnico-política de ETA. Pero la crítica no iba por esa derivada, incontestable y heroica, sino que ponía en cuestión la estrategia pactista de los populares vascos para impedir que el PNV los acabe diluyendo en su magma político que absorbe todo lo que se mueve en la sociedad vasca.

El chispazo entre Alonso y Cayetana puede ser la antesala del incendio o quedarse en fuego de artificio. El precipitado final de la legislatura impedirá comprobarlo a corto plazo. La decisión de Pablo Casado jubilando a Rafael Hernando, un diputado de brocha gorda pero inofensivo políticamente hablando, revela un intento de sacar al PP de su zona de confort. Darle un meneo ideológico y quitar el protagonismo a los pragmáticos de la escuela Rajoy. Con 66 diputados y una imagen de marca por los suelos, Pablo Casado no tiene mucho que perder. Así que su elección de una agitadora como Álvarez de Toledo tiene toda la lógica del mundo. Si el pragmatismo de los ‘sorayistas’ fue el caldo de cultivo de Vox y permitió que una moción de censura le volara la cabeza a su jefe, Casado habrá calculado que con Cayetana tiene poco que perder y algo que ganar.

El pactismo con el PNV te quita mucho y no te da nada. Las posiciones a la defensiva le han convertido en el pimpampún de la política española y refugio del voto vergonzante. Está por ver si el estilo liberal, sin complejos y duro con propios y extraños de la mujer de confianza de Casado, será un revulsivo para un partido tan resignado. O no. Lo que ya no le funciona es la táctica de ‘amarrategi’ porque cada vez tiene menos que conservar. El riesgo está en que Casado se tenga que dedicar a apagar los incendios de Cayetana o el PP acabe como la UMP francesa volatilizado en familias mal avenidas.