ABC 23/06/17
DAVID GISTAU
· Tiras a un podemita a la arena de las Tertulias de Salud Pública y la fiera lo olfatea y luego ni lo toca
LA corrupción sería a la derecha lo que la ingratitud a los reyes según Chateaubriand: una prerrogativa que el PP sólo habría exagerado. En España, una atmósfera social cebada por el tremendismo de los Hébert de Podemos ha consagrado la idea de que las desviaciones de conducta no son características de la condición humana, sino síntomas que advierten de la perversión de quien, a modo del ángel caído, quedó atrapado en el reverso tenebroso de las ideologías: la suya es una culpa dinástica, eterna, que encuentra en la corrupción una manifestación actualizada de su predisposición natural al mal, al asesinato, a la supresión de «libertades» que luego ha de traernos Iglesias para que con él arranque la democracia fetén. Por eso a dos concejales de la nueva izquierda, inocentes dinásticos por naturaleza, no es posible sospecharles desviación alguna, ni por tanto penalizarlos, ni siquiera cuando están imputados con cargos tan alarmantes en un servidor público: ¡ni que fueran de derechas! No. Tiras a un podemita a la arena de las Tertulias de Salud Pública y la fiera, que tiene el paladar hecho a otro sabor de carne, lo olfatea y luego ni lo toca.
El PP ha contribuido a esto con su regodeo corrupto y las maniobras sicilianas que ahora inspiran a Bárcenas una refutación de aquel verano peligroso en el que él solo iba a derribar el gobierno talándolo a golpe de Watergate. El PP ha regalado a la izquierda redentora una disposición mental maniquea en la sociedad según la cual la derecha es el demonio que España tiene dentro y del cual ha de ser exorcizada. Ése es el nuevo eje, versión brutal del cordón sanitario, en el que a una mitad de España vuelve a sobrarle la otra mitad y donde Iglesias maneja a gritos el reclutamiento de voluntarios como cuando en el Western se formaban partidas para perseguir forajidos. Así es como hay que entender la autoindulgencia de Podemos con sus dos concejales imputados: a los monstruos no se los combate sin mancharse uno las manos. Se lo advertía Van Helsing, en el novelón de Stoker, a sus compañeros de incursión en Transilvania: harían mejor quedándose en Londres si no aceptaban que deberían hacer cosas terribles. Clavar estacas. Cortar cabezas. Introducirse en corredores oscuros poblados por criaturas de la noche. Eso han hecho Mato & Mayer, los cazavampiros de Podemos. Introducirse heroicamente en una cripta habitada por corruptos durmientes para clavar estacas sin dar tiempo a los peperos a levantarse de sus ataúdes. La imputación es el timbre heroico de quienes arrostraron tantos peligros para encarar en primera línea esa tarea encomendada a Podemos por la sociedad entera –incluso la que vota al PP, parece ser– que consiste nada menos que en purgar España de su derecha. Esa cuya naturaleza convierte el peor delito en tan sólo una exageración. Insisto en que el PP ha ayudado mucho con sus corruptos, pero creímos que, a este lado de la Transición, nadie volvería a ser culpable o inocente en función de su pertenencia ideológica.