JON JUARISTI-ABC

  • Dijo la voz popular: de grandes cenas, están llenas las trenas

Corroída por la psitacosis, la tendencia PSOE del Gobierno sanchista recuerda aquel chiste de la pajarería: «¿Cuánto cuesta ese lorito?». «Quinientos euros». «Es demasiado caro». «Tenga en cuenta que es un lorito Patxilo, de las selvas vascas, y que sabe eusquera». «Aún así, es cara la cacatúa. Y ese otro, ¿cuánto vale?». «Mil euros, pero considere que se trata de una lorita Nadia, de los bosques de las Ardenas, y habla español, flamenco e inglés». «Cara me parece, con todo. ¿Aquel otro, qué precio tiene?». «¿El perico Saunas? Cinco mil euros». «¿ Y en qué habla para ser tan caro?». «No, si hablar, lo que se dice hablar, no dice ni Pamplona, pero todos los demás le llaman Padrino«.

Cuesta abajo en su rodada y aunque no quiera olvidarse, como en el tango de Gardel, de las ilusiones pasadas, ni siquiera la moción de censura de Vox podrá hacer que el sanchismo remonte la corriente o la calle Corrientes. Le pasa como a aquel viejo crápula que, ya arruinado, confesaba a unos amigos: «las tres cuartas partes de mi patrimonio se me fueron en orgías, en saunas y perico». «¿Y el resto?», le preguntaban. «El resto –contestaba– lo derroché».

Así es. La quiebra se le nota al Gobierno no solamente en los mantras ministeriales, sino también, lo que es peor, en la indigencia retórica. Por ejemplo, si uno quiere exculpar a sus diputados bajo sospecha, no es conveniente hablar de ‘cenas’, por mucho que lo hayan hecho mediadores, proxenetas o camellos. Hay que dar disimuladamente el cambiazo de ‘cenas’ por ‘almuerzos’, porque los almuerzos son menos ambiguos. Se hacen a la luz del día y, una vez terminados, cada mochuelo o mochuela se va a dormir la siesta a su respectiva comisión parlamentaria, y aquí paz y después gloria Swanson. Pero si se comienza admitiendo que los diputados de marras se fueron a cenar con los de la trama del Tito, la gente, que es muy mal pensada, se pregunta a qué hora, cómo, dónde y con quiénes terminaron la juerga. Y es que las cenas suelen acabar muy mal, incluso las del Antiguo Testamento –la de Baltasar (no Garzón)– o las del Nuevo (la Última, pongamos por caso).

Total, que al Gobierno le ha dado muy poco de sí el eslogan cazurro que, a propósito de la moción Tamames y saqueando el refranero manchego, acuñó dicen que la portavoza con gran jolgorio de toda la Conseja de Ministras, ya saben, lo de «el PP tira la piedra y esconde la mano». A mí se me ocurrían, pensando en los erráticos balbuceos de Patxi López frente a la canallesca, los versos iniciales de una bilbainada: «El aldeano tiró, tiró la piedra, tiró, tiró la piedra y no la encontró». Pero el pueblo, que es más sabio que uno y más malo que el pus, ya en el tercio de varas y a la sombra del caso canario, ha encontrado la réplica perfecta: «El PSOE, como es de izquierda, mete la mano y esconde la mierda».