PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO / Profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV-EHU, EL CORREO 21/02/13
· Los socialistas prefieren estar en posición subordinada en un Gobierno con el PNV a mandar ellos solos gracias al PP vasco.
Por las circunstancias históricas que todos conocemos, que incluyen muy principalmente la presencia de un terrorismo de ETA que quería saldar cuentas con el franquismo, o con lo que esa organización y un amplio sector de nuestra sociedad entendía por franquismo, durante toda la Transición el PNV ha ocupado cómodamente la centralidad de la política vasca. Junto a él se posicionó, desde el principio, el Partido Socialista, buscando entre ambos definir esa zona templada donde, al margen de diferencias ideológicas irreconciliables, era posible un entendimiento político. Y por mucho que haya quien considere la historia una suerte de rémora falsificada por los vencedores, el caso es que para nacionalistas y socialistas el haber compartido el primer Gobierno vasco de la historia en una República acosada, reducido a Vizcaya y poco más y durante apenas un curso escolar, de octubre de 1936 a junio de 1937, les otorga una conexión permanente y blindada para llegar a acuerdos entre las culturas políticas tan distintas, incluso antinómicas, que representan.
En esa zona central de la política vasca, conformada por nacionalistas y socialistas, se produce una evidente asimetría, tanto por la mayor presencia nacionalista como por el insólito encanto que ejerce el nacionalismo sobre el socialismo. Lo vemos cuando a los líderes socialistas no les supone mayor problema unirse a los nacionalistas para constituir la ponencia de paz del Parlamento vasco, algo que le está costando Dios y ayuda al PP vasco, porque no pueden quitarse de la cabeza a los asesinados por ETA en sus filas, y no pueden aceptar que se les unan quienes hasta ayer justificaban esos asesinatos. A los socialistas, en cambio, que cuentan también con asesinados por ETA durante toda la Transición, no les genera tanto escrúpulo: les compensa saber que estando ahí, de modo natural y sin aspavientos, se instalan en la centralidad vasca.
Tampoco le supone ningún problema a la militancia socialista ese entendimiento histórico con el nacionalismo, todo lo contrario. De hecho, el PSE estuvo en el Gobierno vasco en posición subordinada respecto del nacionalismo durante varias legislaturas, entre 1986 y 1998, por un periodo de 12 años, y muchos de sus cuadros recuerdan con nostalgia esa coalición y siguen suspirando por reeditarla cada vez que se presenta la oportunidad: sus últimos acuerdos –EiTB, Ararteko, etc.– retrotraen a anteriores etapas. Pero lo llamativo del caso es que, respecto del periodo de tres años en el que el socialismo vasco ha ostentado en exclusiva la Lehendakaritza, gracias al apoyo parlamentario del PP, resulta que hay que oír a muchos de sus militantes expresando públicamente su rechazo a dicho acuerdo y su profunda incomprensión del mismo. Conclusión: los socialistas prefieren estar en posición subordinada en un Gobierno con el PNV a mandar ellos solos gracias al PP vasco. Además teniendo en cuenta que los socialistas, cuando ahora asistimos a algún acuerdo puntual en el ámbito económico entre PNV y PP vasco, les reprochan a ambos ser de derechas, una vasca y otra española, como si el PP vasco no fuera vasco también: cayendo así, como siempre, en el juego identitario del nacionalismo.
Probablemente estemos ante la característica más significativa, a escala europea, de la política española y modelo a evitar por cualquier país que no quiera entrar en la desestabilización permanente: que el mayor partido que se dice de izquierdas y además español, que debe abogar, según su ideario, por criterios de igualdad en todo el territorio nacional, opte por alianzas estratégicas de largo alcance con partidos conservadores cuyo objetivo fundacional es la desestructuración territorial del Estado. En Cataluña el derecho a decidir desgarra al PSC. Aquí ya veremos.
Y de nuevo la historia o, mejor sea dicho, lo que los protagonistas de la centralidad política vasca rescatan de ella, como única explicación posible: es la mística republicana compartida por ambos lo que les ha hecho sentirse unidos, hasta hoy. Y el PP vasco, si quiere romper una dinámica que le excluye a conciencia de esa centralidad, debe reivindicar a la derecha liberal y tradicionalista vasca y soltar el lastre de responsabilidades que no son suyas. Los actuales protagonistas de la derecha política vasca no vivieron la dictadura y mucho menos la Guerra Civil. No son responsables de las demasías de anteriores generaciones de derechas en España. También Manuel de Irujo fue ministro en los gobiernos de Largo Caballero junto con anarquistas furibundos y comunistas prosoviéticos y ningún nacionalista actual se avergüenza por ello, todo lo contrario. Muy importante también: la primera reacción de la República ante la sublevación militar no fue la de defender el Estado con los medios legales constitucionales sino armando a los sindicatos y partidos revolucionarios.
Y lo que decía el propio Azaña: fueron las dos grandes democracias occidentales, Francia y Gran Bretaña, las que dejaron caer a la República española, por no confiar en ella. Y básico: romper el juego absurdo, que consiente el socialismo vasco, de entender la Guerra Civil como algo que hizo Franco contra el País Vasco. Hay que recordar para ello, las veces que haga falta, que el País Vasco mismo resultó partido en dos, que la Guerra Civil fue interna también a los vascos, que no fue cosa de fascistas españoles contra republicanos vascos. Y sobre todo tener presente el referente de Navarra, que rompe cualquier falso paralelismo de lo vasco-navarro como antiespañol: la centralidad política gira allí en torno a partidos conservadores, navarristas y españoles. Es lo que habríamos tenido en el País Vasco de no ser porque aquí una parte de la derecha vasca y española, la más retrógrada en origen por cierto, se hiciera nacionalista.
PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO / Profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV-EHU, EL CORREO 21/02/13