IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • El Gobierno continúa priorizando las urgencias del presente sobre las necesidades del futuro

Cuando las cosas se complican mucho, lo mejor es centrase en lo importante. ¿Qué tenemos aquí ahora? Tenemos una enfermedad imprevista y letal que, al expandirse a gran velocidad y ante la ausencia de vacunas y la falta de experiencia en los tratamientos, nos obligó a adoptar restricciones severas a la movilidad personal que en la primera ola llegó al confinamiento estricto y duradero. Como no salíamos a la calle, no comprábamos más que lo estrictamente necesario para el sustento y no viajábamos el consumo cayó de manera brutal con muy escasas excepciones. La producción no tardó mucho en adaptarse a esa falta de consumo y las empresas empezaron a parar las máquinas o a cerrar sus establecimientos e, inmediatamente después, a lanzar a sus empleados al paro, algunos, o a los ERTE, los más.

Esta primera ola de la pandemia causó un gran destrozó en la economía. Las primeras previsiones fueron malas, pero no catastróficas y de mejor o peor grado todos admitimos la prioridad sanitaria, en gran medida porque pensábamos en una pronta solución del problema sanitario. La pesadilla iba a durar dos meses, después llegaría el verano y el virus perdería su virulencia inicial, mientras que confiábamos que triunfase alguno de los innumerables proyectos de vacunas que iniciaron una multitud de laboratorios.

¿Qué ha pasado desde entonces? Pues que el verano tampoco pudo con el virus y el desconfinamiento se realizó con excesiva desaprensión e inconveniente rapidez. Por eso hoy estamos en plena segunda ola que camina por veredas similares. Más contagios porque se hacen más tests y menos mortalidad porque se conoce mejor los tratamientos pero con una peligrosidad parecida.

Mientras tanto, y en consecuencia, la economía no remonta, a pesar de un leve repunte que indujo el desconfinamiento y la vuelta a la ‘nueva normalidad’ prometida y convertida hoy en un fiasco total. El turismo y todos los servicios que conlleva languidecen de manera lastimosa y, salvo aquellas empresas muy volcadas en la exportación, el resto arrastra caídas importantes de la demanda. Esto se está haciendo demasiado largo y todo sucede en un ambiente de crispación política intolerable y de indefinición económica insufrible.

El Gobierno continúa priorizando las urgencias del presente sobre las necesidades del futuro. Es cierto que en esta segunda ola las restricciones se han modulado y ajustado para causar el menor daño posible, pero no es suficiente. El primer tratamiento consistió en proporcionar liquidez, un alivio inmediato aunque temporal y la persistencia de una demanda alicaída aflora los problemas que suponen su devolución. Los bancos se preparan para el aumento de la morosidad y asisten estupefactos al escaso volumen de peticiones para nuevos créditos, mientras que el ICO va a soportar un rosario de fallidos.

El problema consiste en que no conseguimos reanimar la actividad en medio de un agravamiento de la situación sanitaria que nos va a arruinar los datos del trimestre. ¿Qué podemos hacer? Claramente mantener la lucha sanitaria pues la vuelta a la ‘normalidad definitiva’ exige como premisa previa la reducción drástica del riesgo sanitario. Luego hay que concretar los planes y los sectores que recibirán las ayudas europeas, apoyar aquellos que sean más viables y puedan ser fortalecidos -los hay-, y escuchar a sus dirigentes para definir bien las necesidades. Hay que despejar dudas fiscales y habilitar apoyos a la inversión si queremos atraer capitales foráneos y estimular a los internos.

Pero hay que hacer más. El plan de choque no puede ser sólo un capítulo etéreo de medidas elaboradas lejos de los despachos y las fábricas. Hay que crear un ambiente favorable a la inversión y eso incluye muchas cosas. Entre otras, modificar los modos y las formas de dirigirse al entramado empresarial que debe de asumir el liderazgo de la recuperación. Si no lo hace él, ¿quién lo hará? Si queremos empleo necesitamos empleadores y si queremos actividad necesitamos demanda.

Termino con el principio. Esto es lo importante, en lo que hay que centrarse. Y todo ello sin distraer a la ciencia que busca la vacuna.