Juan Abreu-Vozpópuli

Vuelve lo de los pinganillos, gracias al contubernio para gobernar España del PSOE con los comunistas y chavistas de Sumar, las tribus catalana y vasca y el resto de los derelictos izquierdo-parasitarios antiespañoles. Vuelve la ridícula propuesta de que todos los diputados españoles usen un pinganillo para darle gusto a los vascos, catalanes y gallegos, que hablan perfectamente español, pero prefieren danzar en torno a la hoguera, marcar genitalia tribal y mear para marcar territorio, animalitos, en el Congreso de los Diputados.

Hay que ser imbécil, piensa cualquier persona medianamente normal. Si tenemos un idioma común superior, ¿por qué no usarlo? Pero. El sueño más borrico (léase identitario) del tribalismo regional es debilitar lo español en cualquiera de sus formas y eso pasa, naturalmente, por imponer a los españoles libres e iguales sus jerigonzas comarcales.

Así como para la dictadura castrista la cultura siempre ha sido un arma de la Revolución, para los jumentos tribales sus jerigonzas son un arma de la trivialización, y un canto al “nosotros y ellos” y a “lo propio y lo nuestro”. Emblemas patrióticos que son, en verdad, enemas patrios.

Rebajando lo español, diluyen el carácter nacional de España (la única nación y el único país que hay en España) y a los ciudadanos españoles libres e iguales los convierten en una tribu más

¿Para qué sirve todo ese salpafuera de las jerigonzas propias sino para alimentar el tumor tribal que amenaza la existencia misma de la democracia española y en consecuencia (o viceversa) a los españoles libres e iguales? Un tumor cuya razón de ser es la xenofobia, el supremacismo, la pulsión rumiante, el deificar lo aldeano, el “tirarse el pedo más alto que el culo”, que decía mi sabia madre, y el odio a lo español. Un tumor cuyo propósito es hundirnos más en la bazofia pueblerina y sentimental que corroe el nervio (y el músculo) fundamental de cualquier sociedad democrática: la igualdad de sus ciudadanos.

Igualdad muy menguada ya en España. No me canso de decirlo. ¿Alguien duda de que, como en la novela de Orwell, los catalanes y vascos son “más iguales” que el resto de los españoles? Desigualdad que se impone cada día que pasa con mayor impunidad y descaro. Al tiempo que los líderes tribales más despreciables (Otegui, Puigdemont) se erigen en figuras de autoridad.

Y ya que menciono a Otegui, que un número considerable de vascos voten por un personaje como Otegui no quiere decir que Otegui y su partido tengan razón, lo único que quiere decir es que un número significativo de vascos son de la misma infecta ralea que Otegui y su partido.

Las fuerzas tribales se afanan desde hace décadas (con la complicidad de los partidos PP y PSOE) en reducir todo lo español y sobre todo se han obstinado, y se obstinan, en poner sus jerigonzas a la altura del gran idioma español. Rebajando lo español, diluyen el carácter nacional de España (la única nación y el único país que hay en España) y a los ciudadanos españoles libres e iguales los convierten en una tribu más. De ahí que se nieguen a llamar al idioma español, español, y se empeñen en denominarlo castellano. A pesar de que el castellano es una lengua muerta: la mataron hace mucho tiempo a fuerza de transformarla, quinientos millones de hablantes.

Hay diversidad para todo y todos y cabe todo, excepto lo español, en esa España imaginaria de naciones y de países de fantasía

El desmembramiento de España pasa por desespañolizar España. Y las jerigonzas diversas y propias ¡y los pinganillos! Juegan un papel fundamental en la estrategia para lograrlo. Toda la cháchara de la diversidad tiene un fin definido: desespañolizar España. Hay diversidad para todo y todos y cabe todo, excepto lo español, en esa España imaginaria de naciones y de países de fantasía. La España de naciones y países es sólo una legión de parásitos insaciables y una montaña de supercherías.

Seamos honestos, salgamos un momento del marco mental impuesto: el de la riqueza de las muchas jerigonzas y sus derechos históricos. Tonterías. La variedad de jerigonzas en España y en el mundo es una maldición (avalada incluso ¡por la Biblia!). Si en el mundo se hablara un solo gran idioma (inglés, español) ya la especie estaría colonizando Marte.

Sacralización del folklor

Pero. Regresemos al pinganillo. El pinganillo acarreará otro despilfarro absurdo de dinero. Y. A propósito. Hace unos días, presencié en un centro de salud pública una dolorosa escena. Una señora muy mayor y en un estado de salud deplorable a ojos vista, pedía una cita para una analítica. Se la dieron para diciembre. Casi cinco meses de espera para hacerse una analítica. Eso, mientras se habla de gastar millones de euros en pinganillos. España ha llegado a tal estado de postración ante sus enemigos, que los deseos de estos merecen mayor atención que salvar la vida de sus ciudadanos.

Los pinganillos, la persecución del idioma español, la sacralización del folklor y las jerigonzas propias, los derechos históricos y forales, la cesión de competencias, las embajadas catalanas, las imaginarias ciudadanías y los imaginarios países y naciones y muchos otros rituales de singularidad impuestos a los españoles por las hordas comarcales, no son más que cepos tribales. No habrá una España libre e igual hasta que los españoles no escapen a esos cepos tribales.