LUIS DEL VAL-ABC

  • Hay métodos intermedios, como los empleados por Putin, donde los periodistas molestos se caen de las ventanas, se suicidan o un loco los asesina

En el seno de una democracia, alarmarse por las críticas de un medio de comunicación es algo tan extravagante como estar angustiado, porque en las próximas elecciones pueda cambiar el gobierno del que formas parte. Pero intentar acallar con torpes maniobras a ese medio es algo mucho peor que una extravagancia: es una estupidez.

Lo verdaderamente eficaz y definitivo, lo que evita el ladrido del perro, es ponerle un bozal, o sea, cerrar ese medio de comunicación, y atenerse al refrán «muerto el perro, se acabó la rabia».

Un gobierno democrático tiene el deber de llevarse bien con los medios. Y no por el respeto que le puedan merecer los componentes del Consejo de Administración, o los periodistas de la Redacción, sino por el respeto hacia los lectores, oyentes o telespectadores. Pero, aun considerando que, si al gobernante no le agrada el medio, y considera que los lectores son cómplices del agravio, hay ocasiones en que los gobiernos necesitan la ayuda y colaboración de TODOS los medios: por ejemplo, la petición de mutismo ante una importante operación antiterrorista, y que la indiscreción podría destrozar, o la ayuda en determinadas situaciones extraordinarias… una pandemia, por no ir demasiado lejos.

Las extorsiones más o menos disimuladas se sabe que resultan contraproducentes. Por ejemplo, repartir el bocado presupuestario de la publicidad entre los medios afines, que no sólo no critican al gobierno de turno, sino que le loan y halagan, no es eficaz. Discriminar en las ruedas de prensa, y no dar la palabra al medio impertinente, es de una grosería tan evidente que incluso molesta a los turiferarios de carnet. Y lo de apartar al medio que no hace méritos con lisonjas, y no incluirlo en los viajes oficiales, es ineficaz, porque acudirán por otros transportes, o contratarán a alguien independiente en el país de destino.

Hay métodos intermedios, como los empleados por Putin, donde debido –¡qué sé yo!– a combinaciones mágicas y esotéricas, los periodistas molestos se caen de las ventanas, se suicidan, un loco los asesina, y esas casualidades crean un ambiente donde la crítica se desfleca bastante, pero repito, si un medio te molesta, ciérralo. ¿Hay algún medio que hable mal de Maduro en Venezuela? ¿Hay críticas a Daniel Ortega en Nicaragua? Por cierto, en vez de preocuparse de las críticas de ABC, cuiden no sea que Maduro se levante un día agradecido y felicite a Zapatero por su «valiente y audaz defensa» del régimen venezolano. Dime quién te felicita y sabrán los demás quién eres.

Se sospecha que si un gobernante está tan preocupado por un determinado medio, y acumula torpeza tras torpeza, hasta despejar cualquier duda, y convertir la posible manía en una certidumbre para todos, indica debilidad, soberbia o totalitarismo (por supuesto, no son incompatibles y, a menudo, forman un sólido triángulo).