VICENTE VALLÉS-La Razón

  • Que Zapatero sea hasta ahora el gran valedor de este acuerdo con Marruecos resulta muy revelador

Pocas veces se conoce toda la verdad sobre un acuerdo entre dos países. En diplomacia, el secreto es determinante. Ignoramos, por tanto, si Pedro Sánchez y el ministro Albares han conseguido arrancar a Marruecos algo que sea fundamental para España. Aunque, si fuera así, el hecho de que tales concesiones no figuren en un documento público limita en gran medida nuestra fe en que se cumplan.

El ministro de Asuntos Exteriores considera, y su apreciación es incontestable, que «hay que defender los intereses de los españoles en tiempos tan convulsos como estos: los intereses de canarios, ceutíes, melillenses, andaluces…». De esas palabras se deduce que Marruecos habría asumido el compromiso de frenar el flujo de inmigrantes hacia España, a pesar de que conocemos muy bien cómo utiliza ese problema el señor de Rabat.

De esas palabras también se podría extraer la conclusión de que el Gobierno asume la realidad con pragmatismo y, por tanto, entiende que nunca habrá un referéndum de autodeterminación en el Sáhara Occidental y, como consecuencia, el pueblo saharaui no podrá decidir su futuro. Siendo así, Marruecos mantendrá, de facto, el control de ese territorio. Y, en tal caso, ¿para qué mantener abierto ese motivo de tensión con nuestro vecino del sur, si solo nos crea problemas? Sería un ejemplo de realpolitik, discutible pero sensato, porque supondría reconocer la realidad, y eso es bueno, así en la vida como en la diplomacia.Pero, entonces, habría que plantear algunas preguntas. Primera: ¿a cambio de qué? El control migratorio permanente sería una buena respuesta. Pero, lamentablemente, lo único permanente con Marruecos es la desconfianza.

La otra gran duda: ¿qué pasa con Ceuta, Melilla y hasta Canarias? Que, según Moncloa, Marruecos se comprometa a garantizar «la integridad territorial» de España no significa gran cosa, porque para Marruecos nuestra integridad territorial no incluye a Ceuta ni a Melilla, y al rey marroquí le gusta mostrar mapas del gran Magreb, en los que aparecen Canarias, e incluso Andalucía.

¿Es una cesión, o estamos ante un ejemplo de eso que Podemos llama «diplomacia de precisión»? Que Zapatero sea hasta ahora el gran valedor de este acuerdo con Marruecos resulta muy revelador.