Antonio Casado-El Confidencial
- El liderazgo de Casado flaquea en dos cuestiones de fondo: la libertad de prensa y los límites de una oposición responsable en asuntos de Estado
El líder del PP, Pablo Casado, cotizaba al alza después de la barrida madrileña del 4 de mayo y cotiza a la baja después de su desdichado viaje a Ceuta. A mi juicio, ha tenido un impacto negativo en su todavía incipiente carrera política. Las imágenes de su complicidad con el abucheo a los periodistas que hacían su trabajo han sido demoledoras.
La crisis diplomática hispano-marroquí y el horizonte judicial de la ex secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, son asuntos distintos y distantes. Pero retratan a Pablo Casado. Y no sale favorecido. Los dos impactan en su credibilidad de aspirante a la Moncloa. Su liderazgo flaquea en relación con dos cuestiones de fondo: la libertad de prensa y los límites de una oposición responsable en asuntos de Estado.
Nada que ver con los indultos a los condenados del ‘procés’, que será decisión política perfectamente encajada en el principio de oportunidad y donde además el PP se pone en el bando del Tribunal Supremo y un estado de opinión mayoritario. Lo de Ceuta es otra cosa. Ni el silencio en el caso Cospedal (espionaje a Luis Bárcenas con recursos públicos) ni la locuacidad en el conflicto con Marruecos estaban indicadas en el paso de Casado por esa ciudad autónoma.
Cospedal es memoria de partido y Casado también. El pasado es un vector del presente, sobre todo si remite a quien fue decisiva en el salto a la fama del actual líder del PP (primarias y congreso, julio 2018). En esas condiciones, el silencio es peor que una explicación poco convincente y, por supuesto, mucho peor que remitirse a las generales de la ley, como ha hecho el alcalde Almeida (presunción de inocencia) o defender abiertamente la honorabilidad de la ex secretaria general (2008-2018), como ha hecho el presidente gallego, Núñez Feijóo.
Cospedal y Casado son memoria de partido. El pasado es vector del presente, sobre todo si remite a quien fue clave para la fama del líder
Si nos creemos que Ceuta es igual que Segovia (lo dijo el ministro Marlaska y lo diría cualquier militante del PP), Casado no debería haber convertido el conflicto hispano-marroquí en pedrada contra el Gobierno porque es un problema de Estado. Quienes bracean por buscarse la vida a este lado de la frontera han sido carne de cañón de los planes soberanistas del país vecino sobre el Sáhara Occidental, como Rabat reconoció públicamente.
Un mal paso del presidente del PP, por hurgar en la herida de la crisis diplomática, aún abierta y con tendencia a desinflamarse, a mi juicio, por la cuenta que les trae a ambas partes. Está en juego la estabilización en una zona en riesgo de contagio de radicalismo islámico y dramática desigualdad entre dos mundos.
El conflicto migratorio afecta tanto al Gobierno como a la oposición. Casado no debió ir a Ceuta con posiciones partidistas
Todo eso limita el ejercicio de una oposición responsable. Más allá de señalar la presunta torpeza del Gobierno de Sánchez a raíz de la subrepticia hospitalización en Logroño del enemigo público número uno de Marruecos, Casado debía saber que la respuesta marroquí, mediante la calculada exportación de miseria, encubría un ataque a la integridad territorial de España como medio de inducir su alineamiento en las tesis anexionistas del país vecino sobre un territorio pendiente de descolonización.
O sea, un asunto de Estado que interpela por igual al Gobierno y a su alternativa de poder. Y la peor manera de darse por aludido era acudir a Ceuta con posiciones de partido cuando, en mi opinión, no le quedaba otra que adherirse a la reacción oficial de Moncloa: firmeza y determinación en la defensa de nuestras fronteras, que también son las de la UE, con «todos los medios que sean necesarios», a la luz del derecho internacional y los acuerdos bilaterales y multilaterales en materia de flujos migratorios.