EL CONFIDENCIAL 10/04/17
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Su pelea igualada con Pérez Rubalcaba por la secretaría general del PSOE la configuró como una pionera. Pero la socialista pudo ser y, desgraciadamente, no fue
Carme Chacón pudo ser secretaria general del PSOE en el Congreso de Sevilla en febrero de 2012. Le ganó Alfredo Pérez Rubalcaba por 22 votos. Fue el momento culminante de su carrera con apenas 41 años. Una catalana al frente del PSOE afiliada al PSC. A punto estuvo de cuadrar el círculo. No lo consiguió. Venía de una trayectoria prieta y difícil: en 2007, Rodríguez Zapatero le encomendó el Ministerio de Vivienda y en 2008, el de Defensa. Pionera siempre, Chacón fue la primera titular en España de ese ministerio. Su grito de “¡capitán, mande firmes!” revistando las tropas en Afganistán en 2008 —gestante de siete meses— ha sido un episodio que ha marcado la presencia de las mujeres en la vida política española. También cuando asistió con un esmoquin a la Pascua Militar de 2009 en el Palacio Real le acompañó la polémica. Y lo hizo también cuando firmó en el diario ‘El País’ el 26 de julio de 2010 un artículo con Felipe González titulado “Apuntes sobre Cataluña y España”, en cierto modo premonitorio de lo que iba a ocurrir en su tierra poco tiempo después.
Chacón fue una mujer brillante y esforzada, admirada por muchos y denostada por no pocos. Aunque representó en el PSC a la circunscripción de Barcelona, su posición crítica con la exacerbación del catalanismo en su partido la hizo ingrata a determinados sectores. Más de una vez y más de dos barajó asaltar el poder de la organización de los socialistas catalanes, pero no encontró el punto al partido y a la militancia. Casada, y luego divorciada, con Miguel Barroso, un inteligente y controvertido secretario de Estado de Comunicación con Zapatero —en buena parte hacedor de la imagen del expresidente—, no logró, pese a su itinerario político precoz y sustancioso, hacerse un lugar cómodo en su organización y, en general, en el socialismo. En abril de 2016, con gran sorpresa, dejó su acta en el Congreso de los Diputados por razones que ella dijo eran “políticas”: no parecía dispuesta a someterse a primarias después de haber sido cabeza de lista del PSC por Barcelona por aclamación, y fichó por el despacho de abogados Ramón y Cajal. Ya antes, en agosto de 2013, dio otra espantada: dejó también el acta en el Congreso —“me voy con billete de vuelta”, dijo— para trasladarse a Miami a dar clases de derecho público y oficiar de experta en cuestiones políticas en Univisión.
Chacón representaba de manera exacta el perfil del catalán de izquierdas que quería una Cataluña con un fuerte autogobierno en una España unida y plural
Carme Chacón pudo ser y, desgraciadamente, no fue. Descolocada por el proceso soberanista, no especialmente aceptada por el PSC, considerada con renuencia en el PSOE, optó por dejar la política en 2016 y arrojar la toalla. Era, sin embargo, una mujer con capacidad de referencia en el PSC y en el PSOE. Y en estos tiempos, más que nunca. Mestiza —de familia catalana y andaluza—, representaba de manera exacta el perfil del catalán de izquierdas que quería una Cataluña con un fuerte autogobierno en una España unida y plural. Su paso por el ministerio de las Fuerzas Armadas —con especial relación con el CNI y la Corona— le otorgaba una cualificación adicional. Y su pelea igualada con Pérez Rubalcaba por la secretaría general del PSOE la configuraron como una pionera. Siempre estuvo al borde del éxito total y —paradójicamente— del fracaso.
Su precoz desaparición deja un hueco grande y una ausencia de mucho volumen. Su juventud —46 años— permitía suponer que quizá regresase a la política española y, especialmente, a la catalana, en la que, de momento, no encontraba hueco. Fue un referente de arrojo, de ‘pionerismo’ y de vocación pública. Su fallecimiento es una pérdida para el socialismo, pero lo es para España porque era una mujer de síntesis, y tras su experiencia en la gestión pública y partidaria había acumulado una madurez y una sabiduría táctica y estratégica que nuestro país, y su partido, necesitaban. Carme Chacón vivió entre el éxito que siempre pareció insuficiente para sus aspiraciones y posibilidades y el fracaso de sus vacilaciones, de sus idas y venidas. Cuando le asaltó la parca, se encontraba en un paréntesis entre sus mejores y peores tiempos. Quizá meditando el regreso, quizás esperando la oportunidad. Nadie creía que la política catalana, en plena cuarentena y con el país en el alero, iba a renunciar definitivamente a desarrollar su vitalísima vocación política. Ya no hay caso y su marcha es un episodio doloroso para toda la política española.