ABC 22/04/14
EDITORIAL
Las amenazas de Artur Mas sobre la convocatoria de una consulta popular –manifiestamente ilegal– el día 9 de noviembre apenas encubren la debilidad de un político fracasado, que lucha por la supervivencia mediante una constante huida hacia adelante. Ayer mismo, la llamada Asamblea Nacional Catalana dejaba muy claro quién manda en el proceso soberanista, asegurando que CiU no podrá completar la legislatura si no convoca el referéndum y mantiene su desafío al Estado. La trayectoria política de Artur Mas es un permanente camino hacia el abismo. Disolvió el Parlamento autonómico con el objetivo de aprovechar la coyuntura política, y la coalición que preside perdió un número importante de escaños. Se convirtió en rehén de Esquerra Republicana y subió el nivel del desafío, situando a la comunidad autónoma al margen de las reglas del Estado de Derecho. Pero todo es poco para los radicales, de manera que ahora es prisionero de una entidad que funciona en régimen asambleario y no tiene nada que perder porque representa solo a ciertos sectores que pretenden superar las instituciones democráticas en favor de unos movimientos sociales al servicio de la ruptura del sistema político, pero también social y económico.
En teoría Artur Mas representa los intereses de una Cataluña comprometida con los fundamentos de una sociedad respetuosa con la propiedad, la libre empresa y la iniciativa social. Si Esquerra ya pone en cuestión esos valores elementales, ANC es el refugio de gente radicalizada en sus puntos de vista tanto económicos como concernientes al modelo de sociedad. Aunque algunas voces aisladas recuerdan de vez en cuando esta evidencia, resulta sorprendente que el mundo empresarial catalán no sea más contundente a la hora de denunciar un desafío que les afecta de lleno.