La final de la Copa del Rey el sábado fue la víspera de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, pero más emocionante. Fue un gran partido y la primera vez en años que el público no pitaba al patrocinador ni al himno nacional. Claro que el Rey no se fue de rositas. Junto a él se sentaba el corrupto presidente de la Federación Española de Fútbol. También estaba en el palco el presidente de la Comunidad Valenciana, aunque tuvo la elemental prudencia de no hacerse acompañar por su vicepresidenta Mónica Oltra. Nadie sabe qué pintaba allí el candidato socialista a la alcaldía de Sevilla, Juan Espadas. Antonio declinó su presencia en el palco, quizá para ahorrar la bronca.
Hoy tenemos uno de esos casos extraordinario en que la estupidez armoniza con la infamia. En nuestro oficio, en este caso. Carme Chaparro es una periodista por la que tengo debilidad desde hace años, exactamente desde hace 13, cuando una entrevista suya me dio el título para mi libro sobre el zapaterismo: ‘Lágrimas socialdemócratas. Era el 7 de marzo de 2009, víspera del 8, como es obvio y Carme Chaparro entrevistaba a Bibiana Aído, ministra de Igualdad con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora en el suplemento ‘Mujer hoy’. Así está escrito:
«La ministra apoya la espalda en un sillón de piel blanca. «Gire el cuerpo», le pide el fotógrafo. Ella sonríe, cuando su jefe de comunicación irrumpe en el despacho: «Ministra, han matado a una mujer». Aído se levanta: «¿Cuándo? ¿Qué edad tenía? ¿Cómo ha sido? ¿Tiene hijos?», pregunta a bocajarro. «En Parla. No tenemos detalles». «Llama a Miguel, a la policía local». Después, mira al fotógrafo y dice: «Ahora no me pidas que sonría». La periodista se contagia y certifica la autenticidad de los buenos sentimientos de la ministra: “Y estamos convencidos de que quisiera cancelar la entrevista y recabar datos sobre la primera muerte tras 37 días de tranquilidad, un récord en los últimos 10 años.”
Es una especialista en los buenos sentimientos. Y también en los malos. Fíjate en la reflexión que hace a propósito de la detención del presunto autor de la salvaje violación a la adolescente de Igualada:
“Hoy debía ser un día para felicitar a las fuerzas de seguridad. Pero no. Le viene muy bien a Vox. Muy, muy bien. Le viene maravillosamente bien que el hombre detenoido por una de las agrsiones sexuales más terribles `perpetradas en España en los últimos años no haya nacido en nuestro territorio. Y no solo eso.. Tampoco viene de un país europeo -no es un hermano de continente-, ni tiene una capacidad económica elevada -no es un hermano de billetera—No. Es boliviano, tiene 20 años y comparte piso en una zona humilde de la ciudad catalana donde cometió la brutal agresión que casi le cuesta la vida a una menor de edad, que arrastrará secuelas físicas y psicológicas toda la vida.
El combo perfecto. Al detenido solo le falta no tener papeles y haber saltado la valla de Ceuta”.
Esto tiene que ser una enfermedad, Federico. Pero no está sola. Adriana Lastra salía en su defensa: «Otra feminista acosada por la extrema derecha tras lanzarle una campaña de difamación. Es digno de estudio (y de tratamiento) la obsesión que tienen con las feministas».
No es el único caso: Joaquim Torrent había publicado sobre el mismo asunto: “Hemos podido sentir cómo la madre de la joven violada en Igualada ante Catalunya Radio declinaba expresarse en catalán y cómo empleaba un castellano de tipo latinoamericano. No hago ningún juicio, solo muestro un aspecto más de la actual situación sociodemográfica en Catalunya. Para reflexionar sobre ello.
Hay un autodefinido insuperable de Carme Chaparro que, entrevistada en El Mundo, había declarado: “Me dijeron que para tomarme en serio como escritora no podía ser tan guapa”.
Pablo Echenique celebraba el día del Libro que celebrábamos el sábado felicitando a Irene Montero, con una cita de la iletrada mayor del Consejo de Ministros: “A ministra se llega leyendo”. ¿Y qué hace falta para eso? habría que preguntarle. “Unas buenas rodilleras”, debería responder.
Y para terminar, Miguel Angel Sánchez Mesa que seguía alargando la portentosa revelación de Pedro Sánchez al difundir urbi et orbi el nombre del barco que transporta las armas de España para Ucrania: “¡Valiente inútil! Eso sí debe ser un secreto de Estado y no sus viajes en Falcon”. O el sueldo de su mujer por un trabajo para el que no tiene titulación.