Ignacio Camacho, ABC, 31/8/12
Las dificultades económicas son el mejor combustible del secesionismo. Debilitan el Estado y la cohesión social
Amedida que avanza la madrugada la conversación fluye mientras la última luna de agosto se desplaza empequeñeciéndose en el cielo. El segundo gin tonic acelera el ritmo del interlocutor, que ha fijado la mirada en el ir y venir de la espuma sobre la playa cerc a na. «Sí , pensarás que me e st oy poni e ndo apocalíptico pero el horizonte que se dibuja a medio plazo no cuestiona sólo la viabilidad del Estado, sino su estructura actual. Las dificultades económicas son el combustible que necesita el seces i o ni s mo. Sobre t o do e n Cat a l uña, donde la burguesía habla ya abiertamente de un divorcio
atiempo. En el País Vasco el independentismo está más enraizado en un imaginario étnico, y en ese sentido la porfía con Bildu-Sortu puede espolear al PNV. Buscarán la geometría variable amenazando con escorarse hacia los batasunos, y pondrán un Plan Ibarretxe 2.0 sobre la mesa. Esos dos polos pueden funcionar como vasos comunicantes frente a un Gobierno con toda la energía puesta en la negociación con Europa, con o sin rescate… ¿crees que es la mejor coyuntura para defender un órdago? Los soberanistas están seguros de que no; si algo saben detectar es la debilidad del adversario…».
«Y a eso súmale una opinión pública nacional sumida en el desencanto. Con o sin razón hay un escepticismo absoluto, una sensación de desaliento y fracaso. Una sociedad desarticulada para enfrentarse a un desafío político de primer orden porque ha dejado de confiar en el sistema. El nacionalismo mantiene más cohesión mediante el truco de un horizonte ilusionista, de una escapada: estamos mal por culpa de España, si nos alejamos o nos separamos las cosas irán mejor. Y España, o sea, el Estado, no puede apelar a esa alternativa; su único discurso posible es el de los recortes. Es decir, un programa de sacrificios, de sufrimiento, ante un cuerpo social acostumbrado a la política indolora. Y que además está viendo cómo la clase dirigente no corresponde al esfuerzo que pide y se niega a unas reformas estructurales severas de sus propios privilegios. Fíjate en un proceso claro: en el conjunto del país ha avanzado significativamente el estado de opinión crítico con las autonomías, mientras en el País Vasco y sobre todo en Cataluña crece la pulsión soberanista. Son dos modos opuestos de reaccionar ante la crisis que conducen a un peligro objetivo para la cohesión del modelo constitucional.»
«Me dirás qué se puede hacer. No lo sé, pero de momento no minusvalorar el problema. El asunto de la deuda está devorando la agenda del Gobierno, absorbiendo sus prioridades, y existe un riesgo de despiste ante el que es menester estar alerta. Las grandes convulsiones, los saltos cualitativos, se producen siempre en medio de circunstancias críticas globales que aprovechan las minorías proactivas. ¿Tú ves fuerte al Estado? ¿No, verdad? Pues imagínate cómo lo verán quienes pretenden desguazarlo…»
Ignacio Camacho, ABC, 31/8/12