Ignacio Camacho-ABC

  • La clave de la equidistancia cómplice de España ante el golpe de Venezuela hay que buscarla en Delcy y sus maletas

Entre una dictadura y una democracia no hay términos medios. Entre la complicidad activa o pasiva con el robo de unas elecciones y el respaldo al verdadero vencedor no caben equidistancias, ni cautelas, ni silencio. En circunstancias de fraude y represión como las de Venezuela, incluso la mediación neutral constituye una modalidad de patrocinio encubierto. Es improbable que una firme presión española, aun ostentando nuestro país la condición simbólica de principal interlocutor europeo, tuviese fuerza suficiente para modificar la lamentable realidad de los hechos, pero el Ejecutivo de Sánchez ni siquiera ha sido capaz de reconocer a Edmundo González como el auténtico presidente electo. De poco sirve condenar el secuestro de la líder de la oposición, faltaría más, sin un rechazo expreso al autogolpe consumado por Maduro con su grotesco simulacro de juramento –¡¡por Guaicaipuro!!– en medio de una oleada de violencia contra su propio pueblo.

Corren malos tiempos para el derecho internacional y la razón diplomática. Ochenta años después de la última guerra mundial se puede invadir una nación o un territorio, sea Ucrania, Siria o Gaza, y masacrar a la población sin que al agresor le pase absolutamente nada. La ‘realpolitik’ de las potencias democráticas sostiene vínculos de cooperación comercial e industrial con regímenes de nítida estructura autoritaria. Estados Unidos y la UE se cruzan de brazos ante la expansión china y rusa en África y Asia y protegen a las monarquías árabes donde se humilla a las mujeres, se castiga a los gais y se incuba la doctrina de la yihad islámica. En ese marco de pragmatismo geoestratégico resulta por completo insignificante el destino de una república hispanoamericana donde el petróleo funciona como blindaje de un sátrapa que parece salido de una ficción literaria. Unas cuantas censuras de apariencia solemne bastan para aplacar la mala conciencia ante las libertades aplastadas.

En España ha faltado hasta eso. En un principio, el encogimiento oficial de hombros podía interpretarse como un gesto prudente para no entorpecer gestiones discretas de arbitraje y acuerdo. Desde un punto de vista menos benévolo existía margen para achacar la pasividad gubernamental a la influencia ideológica de Podemos. Pero ya no es posible el pensamiento ingenuo. No después de lo que Víctor de Aldama ha revelado sobre Delcy Rodríguez y su viaje secreto. ‘Cherchez la femme’ para encontrar la llave del misterio. Delcy y sus maletas, Delcy y su inaclarado encuentro con Ábalos, Koldo y, ay, el propio Aldama en el aeropuerto. Delcy y sus relaciones privilegiadas con Rodríguez Zapatero. Delcy y las mil versiones contradictorias del Gobierno que ahora omite hasta un mínimo distanciamiento retórico con el siniestro Tirano Banderas caribeño. Ya da igual, aunque acaso algún día lleguemos a saber la verdad de aquella noche de enero.