IGNACIO CAMACHO – ABC – 14/05/16
· Los vínculos fundacionales con el chavismo incomodan a Podemos porque evocan como un espejo roto el paradigma de un fracaso.
Si hay un marco en el que se sientan incómodos los dirigentes de Podemos, siempre tan seguros en el manejo de la comunicación política, es el de los vínculos con Venezuela. Por dos razones. La primera y esencial es que son ciertos. Están documentados en el plano económico –los pagos a la fundación CEPS– y existe abundante testimonio gráfico y escrito tanto de la presencia en el país caribeño de los promotores del partido como de sus a menudo sonrojantes elogios al régimen que los invitaba, acogía y remuneraba.
Cuestión distinta es que en el plano legal pueda tener consecuencias esa simbiosis porque los cobros palmarios son anteriores a la constitución como partido. Por eso Pablo Iglesias suele remitirse a los tribunales cuando se ve requerido por el asunto que más antipático le resulta en estos momentos; sabe que será difícil acusarle de financiación irregular. Pero el debate no es penal sino político, y el rastro del dinero y de las estancias constituye una prueba política que identifica al partido de los círculos –denominación de origen chavista– como una franquicia bolivariana.
Esa es la otra razón que embaraza a la cúpula populista. El chavismo se ha hundido en su propia ciénaga de corrupción y quiebra social, y Maduro es una caricatura grotesca de su antecesor. Venezuela es en este momento un chicharro que ensucia y contamina cualquier patrocinio; la imagen de los supermercados vacíos constituye un argumento electoral demoledor que Podemos trata de sacarse de encima. El partido ha crecido y desarrollado una dinámica propia no sólo respecto a sus orígenes fundacionales bolivarianos sino incluso a sus lazos con el movimiento del 15-M.
Tiene serias posibilidades de llegar al Gobierno y busca una identidad transversal que maquille su radicalismo; se ha desprendido incluso de su proclamado parentesco con Syriza, otro fracaso manifiesto. El «león» Tsipras se ha humillado ante la Troika, ha subido los impuestos y bajado las pensiones mientras aumentan la pobreza y el paro. Los referentes a los que Iglesias se homologó en su despegue se han descalabrado. Ya no le sirven; más bien le estorban como los inoportunos parientes pobres de un desclasado.
Y ese es el problema: que todos los proyectos similares al de Podemos conducen al mismo naufragio. Que no hay espejo ideológico que no se haya roto en pedazos porque todos reflejan una idéntica distopía fracasada, la del viejo comunismo en busca de pasaporte falso que disimule su ruina. Que una cosa es catalizar un sentimiento de protesta o de revancha mediante un discurso oportunista, y otra levantar una alternativa política y social viable más allá del asalto al poder y la ocupación de todos sus espacios.
Por eso resulta enojoso el paradigma venezolano: representa la terca realidad que estropea con su brusco contraste la atractiva historia de un guión bien construido y representado.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 14/05/16