Hace mes y medio, en el foro por excelencia del capitalismo mundial, el presidente de la China comunista, Xi Jinping, tomó la tribuna para pronunciar un encendido alegato en favor del libre comercio y la globalización. Sus palabras, bien recibidas por la mayoría, colocaron a su país en primera línea del liderazgo mundial, en un momento clave en el que la nueva Administración estadounidense apuesta por una vuelta al proteccionismo y al «América primero».
Ayer fue el turno del primer ministro del gigante asiático, Li Keqiang, quien en el discurso de inauguración de la sesión anual de la Asamblea Nacional Popular (ANP, el Legislativo chino) volvió a subrayar su disposición a contribuir al desarrollo global y la estabilidad. «Nos opondremos al proteccionismo en sus diferentes formas y nos involucraremos más en la gobernanza global», aseguró frente a los 3.000 delegados congregados en el recinto.
Minutos antes, el mandatario había advertido de que el mundo está entrando en un periodo de profundas turbulencias politicas y económicas, e instó a prepararse para «situaciones más complicadas y más graves» en el futuro como consecuencia de los acontecimientos, «tanto dentro como fuera de China».
«Hay mucha incertidumbre sobre la dirección que tomarán las políticas de las principales economías y sus efectos colaterales, y los factores que pueden causar inestabilidad están aumentando visiblemente», advirtió Li, una velada referencia a las dudas que ha provocado la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU. No en vano, el nuevo líder estadounidense, que ha descrito a China como «enemiga» de su país, ha amenazado repetidamente a Pekín con ser más agresivo en las relaciones comerciales entre ambos y elevar barreras que eviten la entrada de productos chinos, lo que ha agitado los temores a que se produzca una guerra comercial potencialmente desestabilizadora para todo el mundo.
Ante esta situación, Li subrayó que «frente a los profundos cambios en el panorama político y económico internacional, China siempre estará de parte de la paz y la estabilidad; siempre estará comprometida con la equidad y la justicia; y siempre trabajará por la paz mundial, por contribuir al desarrollo global y mantener el orden internacional». Sus apreciaciones tuvieron lugar un día después de que Pekín anunciara un incremento de su presupuesto militar del 7% para este año, lo que supone una renuncia tácita a embarcarse en una carrera armamentística con EEUU, que aumentará su gasto en Defensa en un 10%.
En su discurso, Li también anunció que su país espera crecer en 2017 «alrededor de un 6,5%», la cifra más baja del último cuarto de siglo. Para ello, primarán la estabilidad frente al crecimiento a corto plazo, con medidas como el mantenimiento de la inflación y el déficit público en torno al 3%, la creación de 11 millones de puestos de trabajo urbanos o la contención del crecimiento de la deuda. «El objetivo proyectado para este año es realista y se ajusta a los principios económicos», resumió el primer ministro, que también apuntó a que su país hará lo necesario para que el Acuerdo sobre el Clima de París –del que Trump ha amenazado con retirarse– sea implementado.
En la actualidad, muchos rechazan la posibilidad de que una China cada vez más represiva y autoritaria pueda convertirse en un estandarte de la política económica progresista. Sin embargo, expertos como Kerry Brown, profesor de política china en el King’s College de Londres, señalan que con la llegada de Trump a la Casa Blanca, el mundo está buscando el liderazgo de Pekín en asuntos como el comercio o el cambio climático. «Ahora China es un estabilizador más que un desestabilizador», aseguró al diario The Guardian.