Carlos Sánchez-El Confidencial
- Perdido Occidente, Rusia se ha echado en manos de China en términos comerciales y financieros. Putin mira a Oriente y a Pekín le interesa contar con un socio debilitado por la invasión
Henry Kissinger sostenía —eran los años de la Guerra Fría— que el peor de los mundos posibles sería uno en el que la Unión Soviética y China se entendieran. La URSS ya no existe y su heredera, Rusia, solo es una mínima parte de lo que fue el imperio soviético, salvo su músculo nuclear; pero China, desde entonces, se ha convertido en un actor fundamental en el teatro geopolítico. Y en el futuro lo será más porque la guerra en Ucrania tiene una consecuencia inmediata.
Sin necesidad de mirar mucho al futuro, Rusia, por razones económicas, aunque fundamentalmente políticas, ha comenzado a entregarse a Pekín y, en general, a Asia, hacia donde cada vez mira más Moscú. La vieja Rusia europea de Catalina la Grande se hace oriental aprovechando su enorme frontera con China: más de 4.300 kilómetros tras haber cerrado sus diferencias territoriales en 2008.
Los flujos comerciales y financieros de Rusia son cada vez más dependientes del continente asiático, hasta el punto de que se puede decir que Asia está más cerca de desplazar a la Unión Europea como el principal socio comercial de Rusia. En 2020, la Unión Europea fue el destino del 33,8% de las exportaciones totales rusas, 10 puntos menos que en 2016, mientras que Asia ya participa en un 27,1%. Ahora bien, más de la mitad, 14,6 puntos porcentuales, va a China, que supone, sin embargo, el 23% de las importaciones totales que hace cada año Rusia. El país de Putin, por el contrario, supone únicamente el 2-3% del comercio exterior chino. Es decir, la dependencia china de Moscú es casi irrelevante.
Lo más significativo, sin embargo, en términos cualitativos, es cómo ha ido creciendo desde la guerra en el Donbás (2014) la dependencia rusa, lo que parece reflejar una decisión estratégica de Moscú para ‘desengancharse’ de Europa y acercarse a Pekín. Por aquel entonces, hay que recordarlo, se aprobaron las primeras sanciones relevantes en respuesta a la invasión de la península de Crimea, donde Rusia tiene dos bases militares desde 1783.
Reservas bloqueadas
Un cambio de socio que se ha trasladado a sus reservas de divisas. Formalmente, unos 630.000 millones de dólares, aunque parcialmente intervenidas por Occidente. Lo que ha hecho Rusia, en respuesta a las sanciones y en previsión de nuevas medidas, es provocar una recomposición de sus reservas, ahora bloqueadas. Ha optado, por un lado, por alejarse del dólar y, por otro, por aumentar la presencia de euros gracias a la venta de hidrocarburos, mientras que, en paralelo, ha subido de forma muy relevante la participación del renminbi chino para las importaciones. ¿El resultado? Los flujos comerciales entre ambos países ya alcanzan los 100.000 millones, y se espera que en 2024 se haya doblado esa cantidad, creando un área de libre comercio para determinadas mercancías y servicios.
Algunos estudios, como el realizado recientemente por el Instituto Financiero Internacional (IIF, por su siglas en inglés), creen que esta dinámica no solo continuará en los próximos tiempos, sino que se acelerará, en particular en el ámbito de los hidrocarburos: gas y petróleo.
En 2020, China representó ya más del 30% de las exportaciones de petróleo crudo de Rusia y alrededor del 10% de su gas natural, con una tendencia claramente al alza. Las ventas, de hecho, no crecen más por las débiles infraestructuras en relación con la demanda potencial, toda vez que los gasoductos rusos miran más hacia Occidente que a Oriente. Y ahí está el Stream 2 (a través del Báltico y no de Ucrania) para demostrarlo. Europa, de hecho, pese a la guerra, continúa siendo el principal mercado para el gas ruso y China tardará mucho en reemplazar la demanda.
Con todo, el marcado aumento de la participación de China en las exportaciones de mercancías rusas en los dos últimos decenios es achacable en gran medida al petróleo crudo, sin refinar, que constituye el 70% de las importaciones chinas procedentes de la Federación de Rusia. Y el mejor ejemplo de la intensificación de los contactos es que en diciembre de 2019 Gazprom, la empresa estatal rusa, comenzó a suministrar gas natural a China a través del gasoducto Power of Siberia, con una longitud de casi 4.000 kilómetros, hasta Vladivostok.
Los lazos financieros entre Rusia y China, sin embargo, siguen siendo relativamente débiles. Europa, hasta la invasión de Ucrania, e incluso EEUU tenían una posición dominante tanto en inversión directa como en inversión de cartera. Los últimos datos de la OMC (Organización Mundial de Comercio) muestran que en 2020 la inversión extranjera directa (IED) en Rusia fue equivalente a 8.663 millones de dólares, con una fuerte desinversión europea. Reino Unido y Singapur son los países que más han invertido en Rusia, y en tercer lugar está China, a través de Hong Kong.
Las participaciones chinas en empresas rusas, de hecho, son mínimas. El área en la que está intentando profundizar Rusia es la de los sistemas de pago domésticos entre los dos países. El Banco Central de Rusia (BCR) comenzó en 2014 a desarrollar su propio Sistema de Comunicaciones Financieras (SPFS, por sus siglas en inglés) y su importancia ha ido en aumento en los últimos años, aunque el volumen de transacciones, como dice la patronal bancaria mundial, continúa siendo bajo en comparación con otros proveedores internacionales de servicios financieros.
El sistema chino, en particular UnionPay, ha crecido a un ritmo mucho más rápido que el SPFS de Rusia. El negocio de tarjetas de crédito de UnionPay también se ha convertido en un asunto de interés para el sector financiero de Rusia, ya que los proveedores de tarjetas de crédito globales tomaron la decisión de retirarse del mercado ruso. En concreto, las tarjetas de estas empresas emitidas por bancos rusos solo funcionarán dentro del país, mientras que las tarjetas emitidas por bancos no rusos ya no funcionarán en Rusia.
Más renminbis, menos dólares
Las reservas de divisas de Rusia, sin embargo, sí que son un elemento importante en las relaciones entre ambos países. El Banco Central de Rusia se esforzó en 2018 por cambiar la composición de sus reservas de divisas. Un cambio similar, pero más pequeño, tuvo lugar en la primera mitad del año 2021. En las últimas semanas, la ubicación geográfica de los activos de reserva se ha vuelto más importante que nunca para Rusia tras el bloqueo de casi la mitad de sus activos en el exterior, por lo que es probable que siga esa tendencia en favor del renminbi en los próximos años en detrimento del dólar y algo menos del euro, aunque esto dependerá del volumen de venta de gas y petróleo.
La pregunta que se hacen los economistas de IIF, la patronal bancaria, es si, con una gran parte de sus reservas intervenidas, puede China ayudar al banco central de Rusia a estabilizar sus reservas, y su respuesta es que no están seguros.
En teoría, Rusia debería poder acceder a aproximadamente el 17% de sus reservas de divisas en renminbi. Sin embargo, con depósitos nacionales que no sean en rublos, principalmente en dólares estadounidenses y euros, las intervenciones en renminbi serían de poca ayuda.
Rusia también necesita monetizar sus reservas de oro, que representan cerca del 22% de las reservas totales. Puede hacerlo mediante el uso de un instrumento financiero para cambiarlo a dólares estadounidenses o euros o mediante un envío físico. Sin embargo, considerando la aplicación extraterritorial de las sanciones, existe el riesgo de que cualquiera que facilite esta transacción pueda ser procesado o multado. Y China, por el momento, no ha dado señales de que quiera comprometerse con ese ‘blanqueamiento’ de las reservas rusas. China juega a la neutralidad y Rusia, a encontrar un nuevo socio estratégico.