Tonia Etxarri-EL CORREO

Quien maneja los ritmos, controla el relato sobre los pactos inconfesables. Lo hemos visto en los movimientos posteriores a las elecciones del 23-J, cuando ganó Feijóo pero sin mayoría suficiente y Sánchez perdió el primer puesto del ‘top’ del Congreso y ahí anda. Queriendo revisar 30.000 votos nulos en Madrid por ver si, por casualidad, no depende tanto de Puigdemont para su investidura que está, literalmente, subido a su chepa. Mientras el PP ha ido moviéndose a sobresaltos para pactar con Vox la gobernabilidad de aquellas comunidades autónomas donde ganó el centro derecha, Sánchez dejaba en la recámara el pacto de Navarra. Sin prisas. Mejor ir rasgándose las vestiduras cada vez que el PP acordaba gobiernos con Vox !el pacto de la vergüenza! En Ceuta podría haber evitado esa alianza si hubiera dejado a su representante socialista sellar el pacto con los populares. Pero a Sánchez le ha interesado cortocircuitar cualquier pacto de mayorías para dejar a Feijóo al albur de Vox y él quedarse con el conglomerado de partidos de extrema izquierda, populistas, PNV, secesionistas iluminados como el prófugo Puigdemont y Bildu, que es harina de otro costal.

En la penumbra esperaba Otegi dejando que pasara el calendario y observando las negociaciones de Chivite para revalidar su presidencia en un Gobierno que, como en la anterior legislatura, no ganó en las urnas. La dirigente socialista, la mano alargada de Sánchez en Navarra, sigue la hoja de ruta sanchista. Y la del PNV, hasta ahora. A la derecha, ni agua. Y al final, Chivite, segunda parte. Sin sorpresas.

Hoy se presentará en su sesión de investidura. Con los mismos apoyos que ha venido disfrutando hasta ahora. Con la franquicia del PNV, Geroa Bai, y con los podemitas de Contigo Zurekin. Le faltan 5 escaños para la mayoría absoluta. Su acuerdo suma 21 escaños. Los de UPN, Vox y PP, 20. Ahí entrará en juego Bildu con su abstención táctica para salvarle la papeleta a la socialista Chivite. Claro que, para los socialistas, estos pactos no son los de la vergüenza, aunque los socios de Otegi sigan sin condenar la trayectoria de ETA. ¿Quién es más anticonstitucionalista: Vox o Bildu, ERC y Puigdemont? Si se quita la hojarasca de la propaganda de quienes están dispuestos a no escandalizarse por nada con tal de mantenerse en el poder, la respuesta parece sencilla.

Las abstenciones en una investidura tienen también su precio. Por eso no es de extrañar que la portavoz navarra de Bildu, Laura Aznal, haya dicho que los de su coalición van a ser «más exigentes». En el acuerdo de Gobierno, Geroa Bai no ha logrado imponer el euskera cooficial en toda Navarra, como hubiera sido su deseo. Extender el uso de la lengua vasca de la zona del norte a toda la comunidad. Pero no desesperan. Bildu empujará en el mismo sentido mientras todos hablan de ensanchar derechos en autogobierno.

Esa exigencia de la que alardea Bildu en Navarra comportará movimientos en la Alcaldía de Pamplona. En UPN se temen que más pronto que tarde se organice una moción de censura contra su alcaldesa, Cristina Ibarrola. No ha podido hacerse de momento. No fue posible porque los socialistas votaron en blanco. Pero, después del apoyo de Bildu a Chivite para el Gobierno de Navarra, es posible que el bastón de mando cambie de mano. De momento, la campaña contra la alcaldesa de Pamplona por haber promocionado joyas usando su imagen institucional da la dimensión de que Ibarrola se mueve por un sendero lleno de trampas. Al fondo, siempre está Bildu.