Jon Juaristi-ABC

  • ¿Por qué el antisionismo no es otra cosa que el antisemitismo genocida de nuestro tiempo?

«El bien, quisimos el bien», escribió Octavio Paz en su ‘Nocturno de San Ildefonso’, evocando su juventud comunista. Sin las autocríticas que hizo seguir a este verso, estaríamos ante uno de los dos mantras habituales con que la izquierda justifica sus sangrientas chapuzas (el otro sería: «todos cometemos errores»). Efectivamente, la izquierda quiere el bien y trata de imponerlo a todo el mundo. Pero el hecho es que, como sostuvo Tomás de Aquino, todo el mundo quiere el bien: cada uno, su propio bien, que rara vez coincide con el buscado por el vecino. Incluso los peores criminales hacen el mal para alcanzar un bien.

¿Qué bien quiere la izquierda del siglo XXI? Nada muy distinto al de la izquierda del siglo XX: el paraíso en la tierra, la igualdad absoluta entre los seres humanos, el fin de todas las guerras y la abolición de todas las fronteras. A esto añade, como novedad, la socialización absoluta del goce libidinal, mediante la supresión tecnobiológica de las barreras naturales que se oponen a ello (las diferencias entre los sexos, obviamente). ¿Quién compite abiertamente con la izquierda del siglo XXI en el objetivo de alcanzar el bien universal e imponerlo a todo el mundo? El islamismo, cuya idea del goce libidinal no pasa por la tecnobiología, sino por la sumisión absoluta –incluyendo, por supuesto, la sexual– de las mujeres a los varones. En resumen: la izquierda busca la paz; el islamismo promueve la yihad.

Para la izquierda que quiere la paz, es indispensable llegar a un acuerdo (de paz, por supuesto) con el islamismo, armonizar el pacifismo a ultranza con la yihad. De ahí que retuerza el significado del término ‘yihad’ para hacerlo sinónimo de ‘esfuerzo’, cuando siempre ha significado ‘guerra santa’. Los yihadistas, claro está, no ponen ningún reparo: es la forma más sencilla e incruenta de convertir a la izquierda en islamoizquierda. Por otra parte, el islamismo prosigue con su esfuerzo, este sí, de absorber todo el Islam y de destruir lo que queda de las herejías nacionalistas surgidas en su seno, entre otras el nacionalismo palestino, transmutado ya en islamopalestinismo.

El pago de la paz que ofrece hoy la izquierda global al yihadismo global es Israel, una pequeña nación empeñada en sostener una guerra contra el yihadismo en defensa de su población y de su territorio (y, claro está, de sus fronteras). En la medida en que Israel resista, la violencia de la islamoizquierda se desatará en grado cada vez mayor contra los judíos en cualquier lugar del mundo en que se encuentren. No olvidemos que la islamoizquierda global, que pretende encabezar Sánchez, es pura chusma subalterna del yihadismo, que no ve diferencia alguna entre Israel y la diáspora judía. Ambos son los objetivos prioritarios de su santo terrorismo, forma fundamental de la guerra santa del siglo XXI.