«No es tiempo de ilegalizaciones», sentencia Urkullu, sin darse cuenta de que ha invertido los tiempos. Porque Batasuna ya está ilegalizada. En su momento, la Justicia tendrá que pronunciarse sobre la cuestión clave que provocó su ilegalización: ¿la izquierda abertzale sigue siendo el instrumento político de ETA?
Si ETA resolvió hace dos meses que no piensa abandonar las armas, según aseguran algunas fuentes, ¿nos ha hecho perder el tiempo la izquierda abertzale o es que han querido servirnos la segunda parte del proceso negociador truncado tras el atentado en la T-4? Una vez conocidos los datos, en negro sobre blanco, es normal que aparezca un aluvión de preguntas obligadas. Y una conclusión inevitable. El conglomerado de Batasuna ha seguido intentando convencer a ETA, desde fuera, para que se retire definitivamente, pero sin desvelar el principal obstáculo con el que topa de forma recurrente: que ETA no se deja. Que no quiere. Que, de momento, piensa seguir imponiéndonos su presencia. Porque espera lograr un beneficio político a cambio de su final. ¿Volvemos a vivir el ‘día de la Marmota’ aunque con algún matiz?
Es la sensación que queda al conocer el resultado de los debates internos. Que los ‘duros’ (siempre hay duros) se niegan a evolucionar. Al revés de lo que le ocurrió al Gobierno de Aznar, al que le llegó el recado procedente de la misma dirección de la banda cuando quiso negociar, todos los observadores de estos turbulentos procesos recuerdan que la mayoría de estos movimientos han venido de los alrededores del mundo de ETA.
Y que en el año 2006, con la Ley de Partidos en los talones, Batasuna vendió la piel antes de cazar el oso y pidió ayuda al Ejecutivo de Zapatero para que ‘animase’ a la banda a que anunciara el fin del terrorismo. Es decir: que estaba casi todo el trabajo por hacer. Ahora, la puesta en escena de las sucesivas conferencias de prensa del conglomerado ilegalizado, cruzadas con las manifestaciones permitidas de apoyo a ETA y los comunicados de los encapuchados dan la impresión de que volvemos a estar succionados por la espiral del engaño.
Que va por ciclos. Con algunos matices a los que se aferran quienes quieren ver «un paso» en que ETA se haya visto ‘obligada’ a responder a la presión de Batasuna. Tampoco es exacto este diagnóstico. Los mismos que lo publicitan saben que no fue la presión, sino las decisiones judiciales y políticas las que dejaron sin aire a la izquierda abertzale, que se vio obligada a intentar disuadir a ETA. Fue su prohibición la que movilizó al entorno de ETA. Si la Ley de Partidos no hubiera dejado a las franquicias de ETA al margen del juego democrático, la izquierda abertzale no habría movido una ceja.
Ya lo decíamos la pasada semana: que desde el Gobierno se iba a promocionar cualquier iniciativa de las franquicias de Batasuna, con tal de animar a que rompan definitivamente consigo mismos (otra contradicción del momento político que nos toca vivir). Por eso el lehendakari se ha puesto a la cabeza de las declaraciones laudatorias hacia los esfuerzos que está realizando la izquierda abertzale. Podemos engañarnos y creer que la Batasuna ilegalizada acabará teniendo que romper con ETA si su apuesta es auténtica y no se trata de una treta electoral.
Pero los avances son tan tímidos que si el Gobierno está dando a Batasuna más importancia de la que tiene sólo se entendería como una táctica de los socialistas para distanciarse de las decisiones que pudiera tomar la Justicia en el caso más que probable de que el entorno político de ETA se quede fuera de los ayuntamientos. Porque ante la Justicia seguirían siendo el entorno político de los terroristas mientras no rompan con la banda.
Desde el PNV, tan necesitados de lavar su imagen por culpa de unos cuantos aprovechados que, parapetados tras las siglas jeltzales en Álava, se han visto implicados en una trama de espionaje, Urkullu marca las horas. Como el reloj del bolero. «No es tiempo de ilegalizaciones», sentencia ante los suyos para referirse a Batasuna, sin darse cuenta de que ha invertido los tiempos. Porque Batasuna ya está ilegalizada. Por lo tanto, el cambio de situación vendría de una vuelta a la legalización. Esa sería la noticia. Porque lo normal, mientras el entorno político de ETA no rompa con la organización terrorista es que siga ilegalizada.
Y es ahí donde empieza a girar la noria. Los partidos políticos exigiendo a Batasuna que rompa con ETA. La izquierda abertzale emplazando a la banda para que anuncie el final de la violencia pero ETA, que no hace caso, se fuma un puro para volver al punto de partida. Fumando esperan obtener un premio político por dejar de matar. Y mientras su sola presencia provoca fisuras en los partidos democráticos en torno al derecho, o no, que asiste a la izquierda abertzale para presentarse a las próximas elecciones, va a ser el tiempo el que coloque a cada cual en su sitio.
La exageración que a muchos políticos les pareció que el popular Antonio Basagoiti hablara de la necesidad de dejar pasar una «cuarentena» para que Batasuna pudiera demostrar que su apuesta es «a largo plazo», ahora ya no supone una idea tan descabellada. Si la izquierda abertzale no pasa el filtro electoral, podrá vivir del ‘victimismo’ desde su campaña paralela. Si su apuesta es irreversible, tendrá que seguir intentándolo y nos los encontraremos cuando tengamos que elegir al Parlamento vasco en 2013. De momento, cuando los estatutos de la nueva franquicia de Batasuna salgan ya de su laboriosa cocina, la Justicia tendrá que pronunciarse sobre la cuestión clave que provocó su ilegalización. La izquierda abertzale sigue siendo el instrumento político de ETA ¿sí o no?
Tonia Etxarri, EL CORREO, 17/1/2011