Editorial, EL CORREO, 29/1/12
Los partidos deben contribuir al definitivo final de ETA con mesura y sin afán ventajista
Los cien días transcurridos desde que ETA anunció el cese definitivo de sus atentados han ido afianzando en la sociedad y en la política vasca la convicción de que es un hecho irreversible. Ni siquiera la noticia de que los activistas del terror continúan moviéndose armados en su retaguardia francesa lo ha puesto en duda. Si ya con anterioridad al pasado 20 de octubre la ciudadanía daba por amortizado el problema de la violencia etarra, consciente de la extrema debilidad en la que se encontraba la banda y del protagonismo que había adquirido la izquierda abertzale, aquella esperada declaración formalizó el inicio de un tiempo nuevo. La libertad y la tranquilidad de quienes tenían razones fundadas para sentirse en el punto de mira del terror se han abierto paso dejando atrás los años vividos bajo amenaza. Pero a medida que el acoso violento se aleja en el pasado, incluso sin que ETA se desarme y se disuelva, el alivio general da lugar también a una actitud olvidadiza que muchos vascos comparten y de la que tanto los terroristas convictos como sus apologistas tratan de obtener el beneficio de la indulgencia. Las instituciones tienen la obligación de contribuir a que el tiempo de espera hasta que ETA desaparezca se acorte al máximo. Pero ante todo tienen el deber de impedir que la banda terrorista siga funcionando como un reducto clandestino, armado y jactancioso en lo que ello significa de afrenta para la democracia y de contradictorio proceder respecto al cese de sus ‘acciones’. En tanto la paulatina disolución de la dictadura etarra vaya liberando de su férrea disciplina a los cientos de activistas que están presos con condenas en firme y a los que se encuentran acusados, sea en manos de la Justicia o huidos, es lógico pensar que cada uno de ellos irá accediendo a cuantas mejoras pueda experimentar su situación carcelaria o procesal en la estricta aplicación de la legalidad vigente. Mientras tanto conviene que los partidos políticos muestren su parecer al respecto con mesura, sin el afán de obtener ventaja alguna de una controversia menor y evitando el enconamiento de posturas. Pero si alguna fuerza está incapacitada para erigirse en adalid de una Euskadi en paz y en concordia, esa es la izquierda abertzale. De modo que sus aliados harían bien en abstenerse de expresar sus recomendaciones para la desaparición definitiva de ETA cual si fuesen condiciones dictadas.
Editorial, EL CORREO, 29/1/12