Tonia Etxarri, El Correo 17/12/12
Los primeros gestos del lehendakari Urkullu han sido bien acogidos, pero el tiempo apremia.
Iñigo Urkullu ha caído de pie. El nuevo lehendakari, al que se le agradecen sus primeros gestos de proximidad a sus adversarios parlamentarios y se le valora su actitud alejada de la arrogancia que caracterizó a sus antecesores nacionalistas, tendrá, con toda probabilidad, una oposición ordenada y respetuosa. Es una actitud que se palpa en las filas socialistas, populares y UPyD. Otra cosa son las intenciones de EH Bildu cuyo primer «desplante» de Laura Mintegi al no acudir a la ceremonia de Gernika presagia que su calculado pulso planteado al PNV le irá acumulando obstáculos durante todo el recorrido. No por casualidad el primer mensaje de la coalición, antes de que se celebre el primer consejo de gobierno, es dar por hecho que el presunto «continuismo» de Urkullu respecto de la política económica del gobierno de Rajoy nos puede acercar a la situación de Grecia.
Pero que el resto de los grupos que componen el Parlamento vasco tiene la intención de esperar, durante los 100 días preceptivos que se les concede a los nuevos gobernantes, y que Patxi López no tuvo, es un hecho que parece fuera de toda duda. En el acto de jura de su cargo, en la Casa de Juntas de Gernika, él mismo pudo comprobar el ‘fair play’ de la oposición al recibir el aplauso de los socialistas. El propio lehendakari saliente, que había soportado estoicamente cómo le negaban «el pan y la sal» los jeltzales en la correspondiente ceremonia hace tres años cuando prometía su cargo, el pasado sábado, puesto en pie junto a sus compañeros, ovacionó a Iñigo Urkullu. Los populares también secundaron el aplauso. Y Gorka Maneiro, desde UPyD, prometía «arrimar el hombro» para ayudar al nuevo lehendakari a resolver las cuestiones más urgentes que tienen atenazado a este país.
No es un mal comienzo. Casi un chollo, si las buenas palabras se acaban materializando en acuerdos concretos. Hoy echa a andar el nuevo gobierno nacionalista. Y sus ocho consejeros habrán agradecido, sin duda, los primeros gestos de distensión con los que han sido acogidos por la mayoría de la opinión pública. Tendrán que sumergirse en la búsqueda de apoyos para fortalecer esa línea débil de 27 escaños en un parlamento de 75 con la que empiezan a gobernar. Actitudes «atravesadas» como la demostrada por el ex lehendakari Juan José Ibarretxe (que, además de pasar del acto solemne de la jura, se marcó un artículo para animar a su sucesor a seguir su equivocada hoja de ruta en defensa de la «identidad» vasca y aprovechó para arremeter contra los socialistas de los que dice que «entraron y salieron del gobierno por la ventana») no ayudan, desde luego, a tender puentes.
Pero, de la misma forma que, en las últimas semanas, se ha visto a Urkullu un interés especial en mantener una prudente distancia de su homólogo en Cataluña, Artur Mas, para no generar en Euskadi la incertidumbre que está provocando el presidente de la Generalitat con su deriva independentista y su pacto con ERC, el nuevo lehendakari tampoco es Ibarretxe.
Ha llegado el tiempo de ver actuar al nuevo Gobierno nacionalista. El consejero Gatzagaetxebarria tendrá que trazar las primera líneas de los inevitables recortes. Y valorar si le compensa acercarse al PP de Basagoiti, aunque sus diez escaños no les den la fuerza que necesitan, o si los presupuestos corren el riesgo de prolongarse.
Al consejero más conocido por los medios, Josu Erkoreka, le espera la ingrata tarea de comunicar la acción del nuevo Ejecutivo de Ajuria Enea en tiempos desfavorables para la economía del país. Pero el nuevo portavoz y mano derecha del lehendakari Urkullu se maneja tan hábilmente en estas lides que mañana martes, después de su debut en el primer Consejo de Gobierno, se trasladará a Madrid para recoger, nada menos, que un premio de los periodistas parlamentarios que, este año, se lo han concedido por considerarlo «el mejor orador». Todo un reconocimiento a su labor en el Congreso de los Diputados en donde no ha podido finalizar su primera legislatura en el escaño la nueva consejera de Desarrollo Económico y Competitividad, Arantza Tapia.
Más allá de los galardones, los tiempos no están para adornarse con gestos y golpes de efecto. La comunicación es importante y los primeros pasos no van desencaminados. Pero el tiempo apremia. Sobre la mesa de la primera reunión de los «ocho más uno», mañana martes, deberían estar tres cuestiones urgentes: sus presupuestos con 1.400 millones menos, el anuncio del adelanto de la extra de Navidad a los funcionarios y el plan de choque para afrontar la crisis.
El lehendakari Urkullu ha vuelto a colocar a su partido en el gobierno de Ajuria Enea. Pero el PNV, que reconoce que necesita ayuda, ya ha asumido que la responsabilidad de buscar acuerdos está en quien gobierna. Habrá que ver el rumbo que elige el nuevo Ejecutivo. Porque tendrá que optar. Los socialistas son, quizás, los más expectantes pero, curiosamente, quien se manifiesta más dispuesto a repetir experiencias de gobiernos de coalición es un ex como Ramón Jáuregui. No le falta razón cuando sostiene que la pretensión de mantener pactos múltiples y contradictorios, resultará insostenible. Tal como están configuradas las mayorías en el nuevo Parlamento vasco parece inimaginable diseñar una ‘geometría variable’. La equidistancia, buscando el centro, es cómoda cuando se ha obtenido una mayoría más holgada. Pero no es el caso.
Tonia Etxarri, El Correo 17/12/12