Kepa Aulestia, EL CORREO, 19/10/12
La campaña electoral ha llegado a su fin sin que sus protagonistas hayan aportado gran cosa a lo que ya se conocía hace dos semanas. Sin embargo, no se podrá decir que todo queda como estaba, ni mucho menos. No solo porque se avecina el cambio del cambio. Ocurre además que ninguno de los candidatos y ninguna de las formaciones que se presentan a las elecciones saldrán indemnes de ésta.
Urkullu ha desaprovechado la oportunidad que le brindaba la campaña para postularse como algo más que el presidente de su partido. Partía con la ventaja del candidato virtualmente alojado en Ajuria Enea y le ha sobrado la campaña. Resulta incomprensible cómo sus intervenciones posteriores al Alderdi Eguna no han podido satisfacer ni siquiera a los ‘jelkides’ más entusiastas. Ninguna campaña del PNV contuvo más sentido estratégico que ésta, orientada a cubrir el amplio espectro de la utilidad frente a la sombra emergente de la izquierda abertzale. Pero ninguna campaña del PNV se había mostrado más contenida en la actuación de su candidato a lehendakari que, de lograr su propósito, deberá ceder la presidencia del EBB en las condiciones que dicte la noche electoral y que le serán achacadas personalmente. Un lehendakari que a ojos de las bases jeltzales no entre con pie firme en Ajuria Enea se verá sometido a las reglas de la bicefalia, aunque su sucesor al frente del partido sea un ‘primus inter pares’.
Nadie ha preguntado a Mintegi sobre si tiene o no intención de afiliarse a Sortu, aunque seguramente hubiese evitado responder alegando que se trata de una cuestión íntima. Pero no parece fácil que la candidata de EH Bildu acabe el domingo en condiciones de reivindicar para sí aunque sea medio punto de la representación que obtenga la plancha que encabeza. Por eso mismo es improbable que pueda liderar el grupo parlamentario resultante durante la próxima legislatura. No se ha hecho público cómo fue designada y, por eso mismo, poco importa de qué manera será relegada a un segundo plano.
Basagoiti se adivina no solo como la víctima de los recortes de Rajoy sino como el pagano de una opción de campaña que ha convertido al PP en el único baluarte frente a todas las amenazas que encarnarían los demás. La tarea de contención que el candidato popular asigna a su partido es tan abrumadora que solo podría entenderse si mejorase resultados respecto a las locales y forales de hace año y medio. De lo contrario, el muro que ha ido erigiendo durante la campaña puede venírsele encima, no tanto porque el PP vasco cuente con otra estrategia posible sino porque la suya ya ha revelado los límites de una formación sometida a los requerimientos de la normalidad.
Patxi López se ha prestado a jugar su papel de candidato con la sensación de alivio de quien se dispone a ceder el cargo de lehendakari. La fecha en que se quedó sin el apoyo del PP vasco, a comienzos de mayo, le abocaba a convocar elecciones en julio o posponer la disolución anticipada de la Cámara vasca a finales del verano. Estos cinco meses de espera han erosionado su posición a pesar de que Rajoy le iba dando argumentos para recrear algo que ha sido tan común en nuestra historia autonómica: gobernar desde la oposición a Madrid. Porque su flanco de mayor debilidad ha sido el PSOE de Rubalcaba, desaparecido como referencia para el electorado socialista vasco. La diferencia con otros candidatos es que López se tomará muy deportivamente la suerte que le deparen los votos del domingo, incluso si el escrutinio le dificulta dar el salto a la calle Ferraz.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 19/10/12