Félix Madero-Vozpópuli

El Constitucional es hoy un ente desprestigiado por voluntad de sus miembros

Si hay algo que destroza e invalida la potencia de una noticia es la previsibilidad. Por ejemplo, esta que anuncia que el Tribunal que preside Conde Pumpido -llámenle Constitucional- tiene ya una ponencia según la cual, y en contra del criterio del Supremo, es constitucional la amnistía a los golpistas catalanes que intentaron la desconexión de Cataluña el 1 de octubre de 2017. Que de antemano un ciudadano medianamente informado ya hiciera sus cábalas sobre lo que el tribunal de Conde Pumpido iba a hacer con la amnistía, nos da una idea de la gravedad de la situación. Muy bien, muy bien don Cándido, ya podemos darle la razón: «Hay que mancharse la toga con el polvo del camino». Hemos llegado a un punto en el que sobrecoge preguntarse en qué podemos creer. Qué queda en España que dé a sus ciudadanos tranquilidad, seguridad, decencia. Quién vela para que los españoles seamos iguales ante la ley, o ante el delito. Es todo muy burdo. Hace dos años la amnistía era inconstitucional pero Sánchez perdió las elecciones y necesitó los votos de un prófugo: Yo (Sánchez) te doy la impunidad y tú (Puigdemont) tus siete votos para que yo (Sánchez) sea presidente. Claro, claro, uno comprende que la amnistía haya sido una cuestión cuya decisión se le ha hurtado al pueblo español y que el CIS no pregunte en sus encuestas. Sánchez sabe que esa consulta la perdería por goleado como sabe Tezanos la respuesta de los consultados si se atreviera a preguntarles.

Un tribunal de garantías actúa como si fuera un órgano jurisdiccional, y esto no hay quien lo pare.  El Constitucional es hoy un ente desprestigiado por voluntad de sus miembros, implicados todos ellos en no desmentir las etiquetas de progresistas y conservadores en que se dividen y votan; un tribunal infectado de atribuciones inexplicables para la mayoría de los ciudadanos que no entendemos cómo se puede denigrar de manera tan infame al Tribunal Supremo.

El magistrado Manuel Marchena ha titulado su libro con la fuerza del titular de un editorial escrito en un diario independiente: La justicia amenazada. Si lo dice quien ha sido un magnífico presidente de la Sala de lo Penal del Supremo y ha pasado por ser uno de los grandes jueces de la Historia de España, qué vamos a decir los demás. Me gustaría creer a Marchena cuando asegura que «la justicia debería ser una amenaza para políticos que se corrompen, periodistas que mienten y jueces que prevarican». No apunta ni concreta. Es igual, conocemos a los políticos que se corrompen y pasan una temporada en la cárcel y luego salen; sabemos quiénes son los medios y periodistas que mienten y ahí siguen y también el de los ministros que repiten de forma infame y disparatada sus mentiras: López, Alegría y Montero, ole, ole y ole.  También los jueces que se comportan indecentemente cuando buscan la sombra de la política más sectaria para medrar en sus carreras.

No tengamos miedo, porque esta es la primera condición para tomar consciencia de nuestra naturaleza de ciudadanos, que no de súbditos, con capacidad para cambiar las cosas cuando nos llamen a las urnas

Asumámoslo con cierta tranquilidad y algo de pena si, a continuación, aceptamos que en este estado de cosas se hace imposible admitir que vivimos en un estado de derecho, una democracia en la que los poderes están bien divididos, en la que el Congreso es un órgano independiente del Gobierno, la Justicia no está intervenida y el Gobierno rinde cuentas en el Parlamento. No tengamos miedo, porque esta es la primera condición para tomar consciencia de nuestra naturaleza de ciudadanos, que no de súbditos, con capacidad para cambiar las cosas cuando nos llamen a las urnas. Así no podemos ni debemos seguir.

El mismo día que nos dan a conocer la ponencia del tribunal de Pumpido, vemos asombrados cómo tres ministros de este Gobierno siguen el argumentario de un medio sin crédito y, de forma sincronizada, repiten que hay un guardia civil que ha querido asesinar al presidente Sánchez con una bomba lapa. ¡Criaturitas! La mentira sonrojaría al mismo diablo, pero no a estos tres ministros integrantes del núcleo duro del sanchismo más rancio. Que haya quien mienta de esta manera desde el cargo de ministro es algo que costaba imaginar, pero ya no. Una portavoz del Gobierno embustera; un ministro que le debe el pan y la sal a quien le nombró ayer presidente de Paradores, hoy ministro de la cosa Digital, mañana candidato del Psoe para enfrentarse a Ayuso. Hombre, hombre López, don Óscar, como dice su compañera Leire Diez, qué poco se quiere a sí mismo. De la titular de Hacienda y candidata a la Junta de Andalucía ya no hay mucho qué decir. Que pregunten a los militantes socialistas andaluces lo esperanzados que están. ¿Es de verdad esta señora o es un guiñol?

Habla también de un sistema en el que los jueces del más alto tribunal, el Supremo, no saben interpretar las leyes y desafinan con sus sentencias: ayer los ERE, hoy la amnistía

La anocracia, o semidemocracia, es una palabra que debemos considerar en estos tiempos en España. Señala a los sistemas de gobierno en los que juegan al mismo tiempo la inestabilidad política, ineficacia y una mezcla incoherente de rasgos y prácticas autoritarias y democráticas. Habla también de un sistema en el que los jueces del más alto tribunal, el Supremo, no saben interpretar las leyes y desafinan con sus sentencias: ayer los ERE, hoy la amnistía. Se refiere a los regímenes cuyos dirigentes mienten, se contradicen y disponen del futuro de un país sin consultar a sus ciudadanos. Memorícela, se ahorrará muchas palabras y explicaciones para explicar la naturaleza de país que vive en el escándalo, la corrupción, la vivienda imposible, los precios por las nubes y los apagones. A-N-O-C-R-A-C-I-A.