ABC-POR MIGUEL PAPÍ BOUCHER MIGUEL PAPÍ BOUCHER ES DOCTOR EN DERECHO Y FUNCIONARIO DEL PARLAMENTO EUROPEO
«¿Cómo defender que las cancillerías europeas no reciban a los independentistas si se les recibe en el palacio de la Moncloa?»
L Afoto de los primeros ministros de Grecia y España y la canciller alemana con ocasión del reciente Consejo Europeo, además de suponer la prueba más evidente de toda ausencia de un enfoque común europeo a la cuestión de la reubicación de los refugiados, inmortaliza el encuentro entre los representantes del Estado miembro más poderoso de la Unión con los dignatarios de los dos Estados más vulnerables, casualmente gobernados por la izquierda.
Aunque las causas de la vulnerabilidad exterior española son múltiples, nos gustaría ahora citar tres: el alto endeudamiento y el déficit público, nuestra situación geográfica, que hace de nuestro país una de las puertas de la inmigración, y la crisis catalana. Esta última es, de largo, la más grave, al suponer una amenaza a la existencia de España como nación europea.
Las relaciones diplomáticas se rigen por dos principios. El primero es que no puedes ser fuerte y respetado allende tus fronteras si no eres fuerte y respetado en tu propio país. El segundo consiste en que cualquier favor que se pida a un socio o aliado deberá ser correspondido, en mayor o menor medida, en el futuro. Si la política exterior no respeta estos principios, se entrará en un círculo vicioso que supondrá una mayor dependencia exterior. España lleva ya mucho tiempo pidiendo favores por el tema catalán. El diseño de la política catalana del Gobierno de Sánchez combina la debilidad interior (gestos de «apaciguamiento») con una pretendida fortaleza exterior que se plasma en el nombramiento de Borrell. Esta contradicción provocará, a medio plazo, una mayor debilidad exterior de nuestro país y desconcierto entre los aliados y socios exteriores y la opinión pública internacional. ¿Cómo defender que las cancillerías no reciban a los independentistas si se les recibe en Moncloa? No hay que descartar, además, que todo «apaciguamiento» interior venga acompañado por llamadas al diálogo o iniciativas de «pacificación» exteriores, que serán, a su vez, más difíciles de contrarrestar por la Administración española, los partidos políticos y la sociedad civil. Esta falta de coherencia de la política gubernamental aumentará el «precio» por el apoyo de nuestros socios, haciendo cada vez más difícil la ejecución de una política exterior autónoma. Según Proust, en el mundo diplomático los buenos sentimientos, los bellos discursos y las súplicas tienen escaso peso, ya que el poder reside en la voluntad que tiene el adversario (o socio) en satisfacer nuestras peticiones a cambio de un favor.