Ignacio Varela-El Confidencial
- En los días posteriores a las elecciones, caerá sobre nosotros una barahúnda de interpretaciones dispares y especulaciones más o menos fundadas
Pese a la aparente contundencia del resultado que anuncian las encuestas, en la noche del 4-M y en los días posteriores caerá sobre nosotros una barahúnda de interpretaciones dispares y especulaciones más o menos fundadas, cada una de ellas destacando precisamente el ángulo que más interese a cada parte.
Puesto que en este caso parece fuera de lugar cualquier incertidumbre sobre qué partido ganará numéricamente las elecciones, la interpretación política se desviará hacia otras derivaciones del resultado. La principal de ellas, por supuesto, la fórmula de gobierno; pero también en qué posición quedarán los bloques ideológicos y cada uno de los partidos, así como los síntomas que los números ofrezcan sobre la evolución política inmediata.
Para orientarse en la selva de los números, recomiendo, a modo de minimanual de autoayuda, algunas claves en las que conviene fijarse a medida que aparezcan los datos:
1. La participación. Se machaca sin cesar la idea de que una movilización masiva dará el triunfo a la izquierda. Los datos históricos demuestran que tal cosa no es exacta. La movilización extra en un campo solo invierte la tendencia si va acompañada de una desmovilización en el otro, y no hay el menor síntoma de que estemos en ese caso.
En las votaciones extremadamente polarizadas, la hipermovilización de uno de los polos suele provocar un efecto reactivo simétrico en el otro. En las catalanas de 2017, el bloque no nacionalista depositó sus esperanzas en una participación extraordinaria, y esta se produjo: nada menos que el 80%. Pero ello no impidió el triunfo del independentismo, porque el voto se activó en ambos campos por igual.
En Madrid, la clave siempre fue la participación diferencial. Si tomamos por un lado las fortalezas de la izquierda en el sur (Fuenlabrada, Getafe, Móstoles, Leganés, Alcorcón, Parla) y por otro los feudos más populosos de la derecha en el centro de la capital (Salamanca, Chamartín. Chamberí, Retiro, Moncloa), es fácil comprobar que, en lo que llevamos de siglo, la participación en estos ha sido siempre al menos 10 puntos superior. Por tomar los extremos: Fuenlabrada nunca pasó del 62% y el barrio de Salamanca nunca bajó del 70%. La diferencia media entre ambos en las siete elecciones autonómicas del siglo es de 12 puntos.
De poco servirá a la izquierda que, superando todos los registros históricos, la participación en Fuenlabrada y similares escale al 70% si en Salamanca y similares se va al 80%.
2. El voto de los bloques. Desde que se convocaron las elecciones, las encuestas han mostrado algunas —no excesivas— oscilaciones en lo que se refiere a los partidos, pero la fuerza de cada uno de los dos bloques ideológicos se ha mantenido férreamente estable. Las tres derechas suman el 54-55% en todas las encuestas (exclúyase por higiene la estimación monclovita del CIS) y las tres izquierdas 10 puntos menos, el 44-45%. Aunque Ciudadanos se quedara en un inútil 4,5%, la ventaja del bloque de la derecha seguiría siendo sustancial.
En 2019, la ventaja de la derecha fue de solo tres puntos. Uno de sus tres partidos se ha hundido, pero la distancia entre los bloques se ha triplicado. Asombra la incapacidad del PSOE para captar una ínfima parte del más de medio millón de votantes que se disponen a abandonar a Ciudadanos.
3. ¿Podrá gobernar Ayuso en solitario? En términos numéricos, ese escenario estaría asegurado si el PP lograra un escaño más que la suma de la izquierda. En ese supuesto, (que muchas encuestas ya contemplan), a Ayuso le bastaría con la abstención de Vox en la investidura; y los de Abascal no tendrían margen para hacer otra cosa si su voto negativo abriera paso a un Gobierno de la izquierda o al bloqueo.
Si la izquierda sumara más escaños que el PP, Ayuso necesitaría el voto favorable de Vox. En ese caso, la cuestión sería si a ese partido le interesaría hacerse corresponsable de un Gobierno con la pandemia sin cerrar y la crisis económica en todo lo alto. No se olvide que el 4-M no abre una legislatura de cuatro años; en mayo del 23, habrá que repetir estas elecciones. En realidad, de esta votación saldrá una especie de Gobierno provisional para completar la legislatura iniciada hace dos años (esta es una las muchas anomalías que contaminan esta convocatoria).
4. ¿Llegará Ciudadanos al 5%? Aunque la distancia que lo separa de esa meta está dentro del margen de error de las encuestas, el consenso demoscópico lo deja fuera. Para tener una pista temprana, fijen la atención en los municipios en que, hace dos años, el partido naranja tuvo sus mejores resultados. En muchos superó al PP y en alguno de ellos fue el primer partido. Especial atención a la gran conurbación del noroeste —Pozuelo, Majadahonda, las Rozas, Boadilla— y a distritos de la capital como Fuencarral y Hortaleza. En todos ellos, Ciudadanos estuvo por encima del 25%. Si ahí no se sitúa al menos en el 8%, descanse en paz.
5. La movida de la izquierda. Si la suma de Más Madrid y Unidas Podemos supera al PSOE, se habrá producido un hecho histórico: por primera vez desde 1977, la izquierda alternativa será más fuerte que el Partido Socialista. El sorpaso que no pudo ser en 2015 se consumará ahora, aunque quede camuflado por la escisión de Podemos.
La primera mitad será claramente favorable para la izquierda, y será en el último tramo cuando venga el aluvión de votos de la derecha
La catastrófica campaña que le han diseñado a Gabilondo —junto al lamentable desempeño de un candidato que se siente como un pulpo en un garaje, y se le nota— conspira activamente para que se haga realidad la pesadilla —sin restar méritos a la astucia estratégica de los de Errejón para ubicarse en el lugar justo en el momento adecuado y con la contendiente perfecta para la ocasión—.
Por último, reciban con precaución el escrutinio de la noche electoral. La primera mitad será claramente favorable para la izquierda, y será en el último tramo cuando venga el aluvión de votos de la derecha. Se debe al disímil tamaño de las mesas electorales: una mesa tipo en el ‘cinturón rojo’ (cada vez menos rojo) tiene la mitad de votantes que su equivalente en los grandes distritos de la almendra central de la capital. En todo caso, no habrá que esperar mucho. Si todo va normalmente, este escrutinio será muy rápido y solo los viciosos llegaremos a la medianoche buceando en los números.