SALVADOR SOSTRES – ABC – 28/12/15
· En el mejor de los casos, sólo la mitad de los catalanes son independentistas, y sólo de palabra y cuando les sale gratis. No son las cifras que uno necesita para emprender un proceso de esta naturaleza.
EL PRIMER FRACASO
Independientemente de lo que decida la CUP el próximo 2 de enero, el primer fracaso catalán es que Cataluña haya tenido que estar todo este tiempo pendiente de lo que decidiera un partido como la CUP. El primer fracaso de Cataluña, que podría ser el primer fracaso de España si los dos grandes partidos no están a la altura, es que una asamblea de anticapitalistas, antisistema y anti cualquier idea razonable de libertad y convivencia tenga en sus manos el destino político de un país que todo lo ha conseguido gracias a sus empresarios, a sus mecenas y al libre desarrollo del talento de sus genios; y que las mayores atrocidades las ha conocido cuando la «rauxa» –o sinrazón– de la extrema izquierda se ha impuesto.
Quien no conoce su Historia está condenado a repetirla. Tanto reír las gracias a la extrema izquierda, y tanto usarla para erosionar a los rivales, ha dado al fin este resultado: Ada Colau tomó Barcelona en mayo; Podemos ganó la semana pasada las generales, y aquí todos pendientes de la CUP y de sus asambleas de vaso de plástico.
EL SEGUNDO FRACASO
que ayer implosionó con toda su profundidad es considerar que lo importante es sólo la idea, y no la fuerza que tienes para llevarla a cabo. En el mejor de los casos, sólo la mitad de los catalanes son independentistas, y sólo de palabra y cuando les sale gratis. No son las cifras que uno necesita para emprender un proceso de esta naturaleza con alguna posibilidad de ganarlo. Tampoco Mas, ni Convergència, ni siquiera la suma de Convergència i Esquerra, tienen la fuerza política necesaria para avanzar en su propósito golpista y rupturista.
Pensar que la idea de la independencia es suficiente aliento, sin calcular los apoyos disponibles, lleva a situaciones como las de ayer, en las que una banda tiene al país a su merced, con un Mas cautivo que podría acabar gobernando contra sus principios, contra su programa electoral y contra la voluntad y los intereses de las personas que le votaron, sumiendo a Cataluña en un clima de enfrentamiento, ilegalidad y atraso. Es un fracaso catalán, pero que también podría convertirse en español si, como ha sucedido con Mas, Pedro Sánchez o el presidente Rajoy priman su afán por gobernar a cualquier precio al pacto que más estabilidad dé a la nación.
EL TERCER FRACASO
catalán es pensar que nuestra imperfecta relación con el conjunto del Estado es peor que la independencia a cualquier precio. El soberanismo es diabético y tiene unas tremendas subidas de azúcar que afectan directamente al cerebro y no hay modo de hacerle recobrar la cordura. Cualquier queja, por justa que pudiera ser, sobre los impuestos que los catalanes pagan y no reinvierten en Cataluña, palidece cuando la comparas con el sistema económico que propone la CUP, en el que los que se quejan de que sus impuestos no regresen a su comunidad, se verían sometidos a mucha más presión fiscal y para finalidades absurdas, cuando no demenciales. «España nos roba», dicen algunos, mientras viven con toda clase de comodidades. Si quieres saber lo que es que te roben, hasta acabar pobre, espera que gobierne la CUP o Podemos. Del mismo modo, deseo que los que creen que dentro de España no son «libres», no tengan la ocasión de descubrir lo que es la falta de libertad si la extrema izquierda totalitaria llega algún día a mandarnos.
EL CUARTO FRACASO
de los parámetros de la jornada de ayer es la creencia de que Mas se salvará si finalmente la CUP vota su investidura. La tensión de la asamblea de ayer deja a una CUP partida exactamente por la mitad, con la posibilidad de que el partido se rompa, y con los partidarios de la investidura obligados a marcar a Mas con total severidad si finalmente le coronan, para que no se les pueda acusar de vendidos a la burguesía.
Si Mas es investido, será un presidente rehén de un partido más pendiente de autojustificarse ante sus militantes que de buscar acuerdos en la diferencia. Cuesta imaginar qué tipo de Constitución –esa Constitución que según la hoja de ruta del «proceso» tendrían que pactar en los próximos 18 meses– podrán redactar conjuntamente Mas y los antisistema. Si fuera presidente, Mas no se salvaría: simplemente alargaría su agonía, mientras que unas elecciones anticipadas le permitirían presentarse como garantía frente al caos y tratar de impedir el avance de la extrema izquierda en Cataluña.
EL QUINTO FRACASO
es el de creer que uno puede hacerse la democracia a medida. Cuando se cae en la demagogia populista de los referendos sin el amparo de la Ley, y de no respetar los más elementales marcos jurídicos, un país puede acabar pendiente de 3.000 antisistema con todo el caos, inestabilidad y democracia de bajísima calidad que ello conlleva. Y que encima empaten, que es el colmo de la calamidad y del ridículo.
Cataluña ha caído en estos cinco principales fracasos –entre tantos otros secundarios– que pronto podrían convertirse en fracasos españoles si los dos grandes partidos nacionales no son capaces de entender a dónde lleva el populismo antisistema, e insisten en anteponer los propios odios y obsesiones a las imperiosas necesidades generales.
El colapso de una comunidad, aunque sea Cataluña, es reconducible si delante hay un Estado consistente con sus principios institucionales bien fundamentados. Pero el colapso de un Estado no tiene una solución que no sea dramática, y hasta una comunidad dividida podría salirse con la suya contra un Estado dubitativo, relativista y desorientado. Pase lo que pase con la investidura de Mas, estos cinco fracasos catalanes planean sobre España, y el Estado se juega con sus pactos postelectorales mucho más que una legislatura poco o nada gobernable.
SALVADOR SOSTRES – ABC – 28/12/15