Ignacio Camacho-ABC
- El listón simbólico de un Gobierno monocolor del PP está en el medio centenar de escaños. Ésa es la clave del resultado
La clave de las elecciones andaluzas está en los cincuenta escaños. A cinco de la mayoría absoluta. Si el PP alcanza o supera ese guarismo simbólico (que equivale a un cuarenta por ciento de votos), se sentirá en condiciones de reclamar un Gobierno monocolor o con presencia muy reducida de Vox en el peor de los casos. La cifra le pondría muy difícil a Macarena Olona la vicepresidencia a la que aspira más allá de fantasmadas como la de preguntar a Juanma Moreno si aceptaría ser su número dos en la Junta. Y en sentido contrario, mientras más lejos queden los populares de ese listón más fuerte será la posición negociadora del partido de Abascal. Ésa es la única incógnita real a despejar el domingo, la que va a determinar las estrategias de esta última semana de campaña abierta por el debate de anoche.
El resto, punto arriba o abajo, está decidido. Para que se produjese un vuelco que impida la victoria de la derecha -con un resultado conjunto de más de la mitad de los sufragios- tendría que mediar un imprevisto descomunal, un acontecimiento absolutamente extraordinario.
Bonilla, como insisten en llamarle sus adversarios en un absurdo intento de ninguneo o de menoscabo, sabe que la playa es un enemigo más potente que Sánchez, y por supuesto que Espadas y todos los ministros desembarcados en su ayuda. También sabe que el único consuelo que puede obtener la izquierda ante su previsible descalabro consiste en que Vox logre forzar una coalición capaz de escorar la línea centrista del actual Ejecutivo autonómico, el factor de transversalidad sobre el que se asienta su indiscutible ventaja. El esfuerzo final del presidente y candidato se dirige por eso a tratar de ampliar el trasvase desde el PSOE, que existe y está en torno al quince por ciento de su intención global de voto. Tiene margen por ese lado, habida cuenta del escaso rechazo y la sorprendente nota valoratoria que su gestión recibe entre los ciudadanos de ese segmento ideológico. La aprobación de buena parte de los antiguos votantes de Susana Díaz constituye un capital político de primer orden y refleja hasta qué punto los andaluces han asumido con naturalidad el fin de la larguísima hegemonía socialista. Crecer a costa de Vox parece poco realista a estas alturas; su progresión ofrece síntomas de cierto estancamiento pero cuenta con un porcentaje sólido de apoyo expreso.
A Moreno y su equipo las encuestas les han puesto la miel en los labios. Consideran que si consiguen evitar la relajación de sus sectores más cercanos estarán a un palmo de gobernar en solitario. Su prioridad esencial es la de no cometer errores ni cambiar el paso; perfil institucional, moderación sin estridencias, tono bajo y dejarse flotar en la ola que lleva a la orilla de los cincuenta diputados. Corriendo, eso sí, el riesgo de que el tamaño de las expectativas mida también el de un eventual fracaso.