Juan Carlos Viloria-El Correo
- El entorno del presidente no quiere admitir que los medios recogen el eco de la calle
La campaña lanzada por Pedro Sánchez al día siguiente de su derrota en las municipales del 28-M ha alcanzado su fase crítica en el momento en que el presidente intenta convencer al electorado de que su problema central son los medios de comunicación. Suena al viejo argumento de víctima de una campaña orquestada o a culpar al mensajero cuando el príncipe no acepta la imagen que le devuelve el espejo.
Está acreditado que, por mucho que lo intenten los medios, excepto en un Estado no democrático, son impotentes para derribar a un líder mientras lo sostenga el pueblo. Felipe González resistió tres legislaturas en La Moncloa pese a tener una prensa crítica porque su carisma le protegía. Solo cayó con la acumulación de escándalos de corrupción, desde los GAL a Roldán. El propio José María Aznar tuvo la inquina de muchos medios de comunicación, en prensa y radio, los más poderosos del país. Pero los medios tampoco son capaces de dotar, a quien no los tiene, de esos intangibles méritos como son el carisma, el liderazgo, la empatía, la atracción y la magia que no traslada a la opinión pública.
Eso es lo que está intentando conseguir Sánchez en su cruzada desesperada de entrevistas, bolos, ‘shows’ por todo el país a ver si convence, por lo menos, a los votantes decepcionados por su gestión de cinco años de que lo que piensan de él no se corresponde a la verdad, sino a la versión mediática. Una especie de cirugía estética de urgencia en la que el presidente todopoderoso, el campeón de los decretos leyes, gran indultador, máximo legislador de género, de memoria, desenterrador, repartidor de altos cargos y préstamos europeos, se presenta como afligida víctima de los medios de comunicación.
Pretender en cuarenta días cambiar el rostro del vendedor de coches usados simulador y maquiavélico por el de un honrado, franco y cordial político, injustamente tratado, es una tarea titánica. Los medios no se dedican a inventar conspiraciones ni campañas de descrédito. En el entorno del presidente no quieren entender que la prensa, la radio, la televisión recogen el eco de la calle. Si tú das el pésame a Bildu por el fallecimiento de un miembro de ETA, si le das el protagonismo de la Ley de Memoria Democrática, si pactas su apoyo a los Presupuestos por presos y cárceles, no puedes pretender en cuarenta días cambiar la percepción pública de que has gobernando con Bildu. Ya lo dijo el mismo Otegi: «La gente no es tonta».
Pedro Sánchez ha minusvalorado el eco de los medios y no los ha cultivado en estos cinco años. Empezó llamando a los periodistas en las ruedas de prensa por su nombre de pila y acabó refugiado en sus medios amigos. Ahora