Carlos Cuesta, EL MUNDO 17/12/12
Artur Mas amenaza. Y Duran Lleida pasa la boina. Dos eslabones de una misma estrategia: seguir esquilmando España mientras avanzan hacia la ruptura del país del que viven.
Lo han hecho siempre. Y no van a dejarlo ahora que la despensa española está al borde del colapso. Mas alimenta la ruptura. Y tras ella, Duran pasa el cepillo bajo la ridícula promesa de evitar el asedio de los salvajes. Pero ¿acaso hay alguien más salvaje que quien ha convencido a la burguesía catalana de que el único voto útil es el que lleva a esta locura? ¿acaso alguien más ruin que quien lleva larvando este proceso desde hace tres décadas por medio de la intoxicación educativa de los niños?
Su estrategia lleva incrustada en el ADN de CiU desde su ascenso en 1980 a la Generalitat. Y cada minuto que perdamos en pensar que en ese partido sigue habiendo «moderados» será un minuto más que ellos ganarán para avanzar en su plan chantajista y separatista.
Por eso, mientras CiU ahora, y el tripartito en el anterior gobierno regional, han llevado a la suspensión real de pagos a Cataluña, no han dudado en mantener el gasto en la maquinaria independentista. Por eso en el mismo año en el que CiU se ha hecho con un rescate de 5.400 millones de euros pagado por todos los españoles, no ha querido contener una deuda que ha crecido en tres trimestres otros 3.515 millones. Porque su objetivo no es el bienestar de Cataluña, sino el incremento de poder de su partido.
Por eso Duran, en su cínico papel de poli bueno, pretende llenar la despensa antes del reto soberanista. Porque para CiU sería mucho mejor lograr una nueva cesión de dinero en la reforma de la financiación autonómica que se prevé en 2013, tal y como ya hiciera el tripartito en la reforma Zapatero, donde Cataluña mejoró en 561 millones sus recursos anuales, a costa de un retroceso de los de Madrid de 636 millones.
En CiU nadie encontrará la racionalidad ni la moderación. Palabras ausentes en un diccionario, el nacionalista, que parte de un racista sentimiento de superioridad.
Carlos Cuesta, EL MUNDO 17/12/12