EL MUNDO 09/04/14
· ERC cree que el encaje «ya no es posible» e ICV plantea una reforma de la Constitución
El resultado del debate de ayer en el Congreso estaba tan cantado que los tres enviados del Parlament emplearon su tiempo en advertir de que el no de la Cámara no significaba la derrota del proceso soberanista. En lugar de defender la posibilidad de que se transfiriera a la Generalitat la competencia para convocar referendos por la vía del artículo 150.2 de la Constitución, los representantes de CiU, ERC e ICV trataron de convencer a los diputados de que «el pueblo de Cataluña ha iniciado un camino sin retorno».
La frase es del enviado de CiU, Jordi Turull, pero resume las intervenciones también de Marta Rovira (ERC) y del ecosocialista Joan Herrera (ICV). La sombra de Juan José Ibarretxe, cuya derrota en 2005 en el Congreso significó el principio del fin de un proyecto parecido al que Artur Mas lidera ahora en Cataluña, era lo primero que los representantes del Parlament querían alejar. Y a ese objetivo obedeció también, principalmente, la ausencia del presidente de la Generalitat, muy criticada por el PP.
Los partidos nacionalistas, y también ICV –que apoya con calculada ambigüedad el plan soberanista y de momento no sale perjudicada en las encuestas–, necesitaban ayer trasladar a la opinión pública española una idea que ya ha calado en gran parte de la catalana: que el proceso soberanista no surge de los líderes políticos de la comunidad, sino directamente de «la gente», y que por ese motivo no se frenará tras el incontestable revés que recibió ayer del 86% de los diputados.
En realidad, la sesión no era para los impulsores de la consulta más que un mal trago necesario, como dejó claro Turull ya en su primera intervención. «Venimos a buscar un acuerdo para hacer posible la consulta en Cataluña. Si se quiere, se puede. Se pueden reparar errores históricos. Pero si no quieren les digo que no desistiremos. Que nadie se lleve a engaño: el pueblo de Cataluña no se ha metido en un callejón sin salida, ha iniciado un camino sin retorno», dijo el representante de CiU.
Los nacionalistas pretendían también ayer exponer sus razones a ojos de la comunidad internacional, e intentar dejar claro que el Gobierno español, a diferencia de lo que pasa con el británico, no respeta la voluntad mayoritaria de los catalanes.
Aunque luego Josep Antoni Duran Lleida suavizó mucho el tono de su grupo, Turull quiso con su primera intervención de 10 minutos dejar claro que esta vez CiU no va de farol. «Reafirmación y no resignación», repetía el jefe del grupo parlamentario nacionalista en Cataluña para explicar el actual momento de la federación.
Trufó también su discurso de alusiones históricas y míticas, como cuando definió a Cataluña como «una de las naciones más antiguas de Europa», o cuando dijo que Cataluña «siempre ha querido ser, y quiere seguir siendo».
En su segunda intervención, el representante de CiU llevó más lejos –al menos en el espacio, si no en el tiempo– sus referencias históricas y citó a Nelson Mandela para hacer referencia a la consulta: «Como él dijo, todo parece imposible hasta que se hace».
Como para que no pudiera acusársele de no buscar el acuerdo con el Gobierno –aunque dejó claro desde el principio que para la Generalitat sólo puede partirse de la base de que habrá algún tipo de consulta en Cataluña–, Turull recordó que los «expertos» del Govern han detectado «hasta cinco vías legales» para poder celebrar el referéndum.
Después de que ayer se cerrara la del artículo 150.2, el Ejecutivo catalán se agarrará ahora a la ley de consultas que aprobó el tripartito, pendiente desde hace años de sentencia del Tribunal Constitucional (TC). Si ese camino tampoco fuera posible, como todo parece indicar, Mas recurrirá a una norma nueva, que en este momento tramita el Parlament, para vehicular este tipo de convocatorias. La última salida, si todo lo anterior falla, es la celebración de unas elecciones autonómicas a las que CiU y ERC tratarán de dar un cariz plebiscitario.
La hoja de ruta está tan clara desde hace tantos meses que diputados de CiU en el Parlament se afanaban ayer en los pasillos del Congreso en transmitir que la derrota estaba «descontada» hace tiempo, y que estaban satisfechos con la «claridad» de Turull y escandalizados con la «dureza» del Gobierno.
Y si Turull fue muy claro, Marta Rovira trató de ir aún más allá. Condicionada siempre por su inexperiencia en el empleo del castellano, la representante de ERC acabó hilvanando un discurso en el que dio por hecho que «el encaje» de Cataluña dentro de España «ya no es posible» a estas alturas.
Rovira, a diferencia de Turull, puso el acento en un aspecto: la defensa de que la independencia de Cataluña está íntimamente vinculada con su bienestar social.
«El país se nos derrite en las manos. No tenemos la sensación de tener un Estado de nuestro lado en estos momentos de tanta dificultad. Queremos un Estado que invierta en trenes cargados de oportunidades, que desahucie a los bancos tóxicos y rescate a las personas», dijo, evidenciando que uno de los principales ganchos de Esquerra Republicana para captar a nuevos independentistas es la posibilidad de crear un nuevo país desde cero, que gestione de otra forma los problemas derivados de la crisis económica. «Al final, la conclusión es que el encaje no es posible porque no nos aceptan como somos, ni como hablamos, ni como soñamos», resumió.
Esa voluntad de tocar la fibra sensible del ciudadano fue la que la llevó a plantear el problema de la soberanía como si fuera una partida de bridge. «Los ingredientes para un pacto político a la británica son unas sillas, una mesa y unos papeles. El catalanismo político ha estado desde siempre sentado en una de las sillas. Pero ustedes prefieren hacer informes apocalípticos y decirnos que si nos vamos vagaremos por el espacio», afirmó en referencia a unas declaraciones del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo.
En su última intervención, ya por la noche, Rovira trató de demostrar que el encaje de Cataluña es imposible, acusando al PSOE de «acabar con la vida política de Pasqual Maragall por federalista», lo que motivó que Alfredo Pérez Rubalcaba le exigiera una rectificación.
El único de los tres oradores del Parlament que no echó mano de argumentos históricos fue Joan Herrera. Mucho más experimentado que sus compañeros –fue diputado en el Congreso durante dos legislaturas–, el representante de ICV ni siquiera habló de independencia. Fiel a su estrategia ambigua con respecto al derecho a decidir, Herrera propuso «un pacto, una salida democrática, un acuerdo», con la vista puesta en una reforma constitucional.
También fue el orador que diferenció más entre las posiciones acerca del debate soberanista que mantienen el PP y el PSOE. Mientras que afirmó que los populares son «prisioneros del anticatalanismo que han sembrado durante tantos años» –al que atribuyó su recurso contra el Estatut que a la postre provocó el recorte del texto–, reclamó a los socialistas que «no apuntalen lo viejo», en relación al anquilosamiento del que adolece, en su opinión, la situación actual, y permitan la consulta.
En su respuesta al portavoz popular Alfonso Alonso, Herrera rescató la idea de que el PP es el principal culpable de los actuales problemas territoriales. «Para no querer pleitos, como decías, ¡la que habéis liado! Estamos aquí por la reforma del Estatut», afirmó.
Tras reivindicar el papel de la izquierda que él representa durante la Transición –una «tradición que también contribuyó a elaborar la Constitución», recordó–, propuso un referéndum como «una salida democrática, un acuerdo, el mejor canal para debatir porque forzaría a unos y otros a hacer propuestas en serio».
Y finalizó, en la misma línea que Turull y Rovira, advirtiendo de que la aventura soberanista no acabó ayer: «Pueden dilatar el debate, pero no lo van a parar. Cuanto más tiempo tarden, más difícil lo tendrán para convencer a una sociedad que reclama poder hacer lo que hace Escocia».