EL CORREO 04/08/14
· La apuesta soberanista de Artur Mas ha disparado en dos años las tensiones internas
· Convergència y Unió se lanzan a reforzar proyectos políticos autónomos ante la posibilidad de disolver una sociedad de 36 años
Los máximos dirigentes de Convergencia y de Unió no admiten en público crisis alguna en CiU, la sociedad firmada entre ambos hace 36 años, que les ha permitido gobernar Cataluña durante casi todo el período democrático y ser determinantes, como bisagra nacional, con los ejecutivos españoles sin mayoría absoluta. Sin embargo, los comentarios privados de destacados militantes indican una alta inestabilidad en la federación y las estrategias políticas emprendidas por cada una de las siglas, no solo contradictorias sino divergentes, confirman el alto riesgo de que a medio plazo la entente toque a su fin.
Ninguno de los socios tiene prisa por abordar ese capítulo, más cuando están a la vista –mayo de 2015– importantes comicios como los municipales, en los que CiU se arriesga a perder buena parte de su poder local. Pero también, conscientes de que es un escenario plausible, han comenzado ya a dar los pasos para estar en la mejor situación individual posible si llega el caso.
Las tensiones entre el socio mayoritario, Convergencia (CDC), y Unió (UDC), que representa el 25% de la militancia conjunta, han reaparecido cual Guadiana durante estas tres décadas, pero la cuerda nunca se había tensado tanto como desde que Artur Mas, el heredero político de Jordi Pujol en el liderazgo de CDC, inició en 2012 el pulso soberanista hacia el Estado propio con el soporte parlamentario de Esquerra Republicana. Un hueso demasiado duro de roer para el partido democristiano liderado por Josep Antoni Duran Lleida, que se opone a las tesis independentistas y es enemigo político declarado de los republicanos.
Desde entonces, todo han sido desencuentros. Unió comparte el objetivo fundamental de Mas, la celebración de un referéndum de autodeterminación el próximo 9 de noviembre, pero no la posición de CDC que, como la de Esquerra, es de un sí rotundo a la segregación de España. Tal es la distancia que Duran lleva casi un año de contactos discretos con empresarios, partidos y miembros del Gobierno de Mariano Rajoy para tratar de impulsar sin ningún éxito una alternativa, la llamada ‘tercera vía’, una reforma de la Constitución con un encaje de Cataluña en España de tipo confederal. Una fórmula desdeñada tanto por Rajoy como por Mas.
Refundaciones
El resultado es que Convergencia, al que cada día las encuestas le dicen que –en parte también por las dudas de su socio– Esquerra le está comiendo el electorado, quiere emprender ya mismo un proceso refundacional que la defina como netamente independentista y recupere su antiguo perfil social para frenar la sangría y pelear los votantes prestados a ERC. Un proceso con nuevas caras, como la llegada de Josep Rull al ‘número dos’ por la dimisión de Oriol Pujol, acelerado por la necesidad de sacar de la dirección a todo el que huela a ‘pujolismo’, lo que también pone en riesgo la permanencia de Mas.
Duran, por su parte, comenzó a marcar distancia con la dimisión como secretario general de CiU, aunque se quedó con la portavocía en el Congreso. Ya sin ambages, reconoce que hace meses comenzó a impulsar un nuevo proyecto, en el que estaría incluida Unió, que reúna a todo el catalanismo político y social, de la derecha al centro progresista, y que tenga como proyecto territorial la ‘tercera vía’: reconocimiento «nacional», pero sin ruptura con España.
No es casual que las jornadas en que discutirá si este proyecto puede traducirse en candidaturas a las municipales sea a final de noviembre, cuando, con la consulta ya prohibida, Mas y CDC deban decidir qué hacer. Si enrocarse en la vía del Estado propio, con la entrada de ERC en la Generalitat y las preparación de unas elecciones plebiscitarias, o si es preciso rectificar y renunciar a la independencia. A partir de ahí se vera si toca reconciliación o divorcio. to», afirmó Llanos, del sistema de gobierno de los nacionalismos catalán y vasco «de partido único», que «convierten las instituciones en sus cortijos». «Crecen a la sombra de negar la alternancia y se creen que pueden hacer absolutamente lo que les da la gana», censuró la dirigente popular, quien dijo tener la sensación de que el ‘caso Pujol’ es «la punta del iceberg y saldrán más en más sitios». «No sabemos si se quedará en Pujol o habrá más ‘pujoles’», apostilló.