- Arrimadas, frente al ascenso de Vox y frente a las voces internas que la cuestionan, intenta salvar un barco a la deriva
Ciudadanos se debate entre su extinción y su supervivencia. Si hace dos años, Albert Rivera, quien llevó a la cima a un partido de gente ilustre descontenta con el nacionalismo, nutrida en largas charlas de domingos de sofá o sobremesa, hubiese decidido apoyar a Pedro Sánchez en su aventura presidencial hubiera probablemente seguido liderando un partido que jamás pensó que llegaría al Congreso. Hubiese cambiado el rumbo y el paso de la trayectoria política del país porque habríamos tenido un gobierno de izquierdas y centro liberal.
Seguro que pese a su escaso feeling personal -Sánchez y Rivera no se caían bien- la capacidad de liderazgo de ambos les hubiese llevado a gestionar conjuntamente el país, y probablemente ahora Rivera se estaría planteando cómo desbancarle de la presidencia y ocupar el sillón de la Moncloa. Las decisiones que tomamos a lo largo de la vida van condicionando nuestro futuro. Si hace dos años el líder naranja hubiera decidido apoyar al candidato del PSOE, ahora su partido -que tanto le costó construir- no estaría a la deriva.
La responsabilidad no es de Inés Arrimadas que, a excepción del éxito que consiguiera en Cataluña, le ha tocado lidiar en un contexto desfavorable, por los resultados del partido y por la pandemia. Y no todo el fracaso es atribuible a la gestión de la fallida moción de Murcia. La actual líder del partido recoge frutos de decisiones políticas erráticas y con poca visión de Estado y se dejó llevar por unas encuestas que les encumbraban a lo más alto. Faltó humildad, sobraron mentes ancladas en un triunfalismo cogido con pinzas.
El viraje a la izquierda y las fugas al PP
Por entonces empezaron las fugas de quienes no podían consentir el viraje de un partido de centro hacia la izquierda, hacia la izquierda, cuando muchos de los que formaban en el equipo naranja llegaron desencantados de militar en las filas socialistas. Luego ocurrieron las fugas más sonadas hacia el PP, como la de Fran Hervías, una de las mentes ejecutoras del arraigo territorial del partido. Con él se llevó toda la información, material incalculable para los adversarios. No hacen falta documentos, lleva el partido naranja en vena.
Ciudadanos se juega el ser o no ser. El seguir vivo. En 2009 logró levantarse de la UCI, cuando las encuestas les daban cero en las elecciones parlamentarias catalanas de 2010, con un Rivera capaz de todo por hacer valer el proyecto político que defendía en Cataluña en contra de los independentistas. Ahora Arrimadas, frente al ascenso imparable de Vox y frente a las voces internas que la cuestionan, intenta salvar un barco a la deriva, como entonces, con la única diferencia de que hace doce años había todo un trabajo por hacer en la gestión de la comunicación externa e interna del partido, un trabajo de darse a conocer, de ser visible y de lograr un arraigo territorial.
La aventura madrileña
Ahora el debate está más centrado en defender un centro que nadie en este país ha logrado todavía hacer realmente suyo. Rivera dio vida y dejó herido de muerte a una formación que ha intentado huir de los radicalismos y que pretender erigirse en un importante servidor público. Al igual que en 2009, vuelve entre otras cosas a fallar la relación interna, siguen en el partido personas de la máxima confianza de Rivera, pese a que no ha vuelto a dar ni apoyo público ni privado a quien fura su mano derecha, a la que cedió su silla en el Parlament para así iniciar su aventura madrileña.
Falta rumbo, proyecto, convicción ideológica, saber mantenerse en el centro sin trasladar constantemente a la opinión pública la sensación de falta de criterio, de dar bandazos, sin un día criticar al sanchismo pero luego pactar con él, del otro criticar al PP pero luego gobernar con él. No creo que la esencia de la política deba de ser la discrepancia por la discrepancia, sino la gestión de lo público con una base ideológica coherente. Ciudadanos debe encontrar esa coherencia -escasa en política- para permanecer en ese defendido centro. Es más fácil ser radical, de un bando o de otro que permanecer en la centralidad política. El éxito de los grandes también pasa por ahí, por moverse en el equilibrio de la centralidad. Cuídense.