Paloma Esteban-EL CONFIDENCIAL
- Que el partido de Arrimadas obtendrá un mal resultado tras ganar las elecciones en 2017 es un hecho. La dimensión del fracaso dependerá de sus competidores, especialmente del PP
Que el partido de Inés Arrimadas sufrirá una debacle numérica el próximo 14 de febrero en Cataluña es un hecho. La media de las encuestas augura que obtendrá en torno al 10 u 11% del voto, lo que se convertiría en 13-15 escaños. Muy lejos de la histórica victoria que logró la candidata (hoy presidenta de la formación) en 2017, cuando aglutinó la mayor parte del constitucionalismo superando el 25% del voto y consiguiendo 36 diputados. Ganó, sí, pero el independentismo retuvo la mayoría parlamentaria con la suma de sus tres formaciones políticas.
Una de las críticas que Arrimadas se llevó en la mochila cuando decidió dar el salto a Madrid para las generales del 28 de abril haciendo tándem con Albert Rivera fue no haber sabido gestionar una victoria que debió ser un antes y un después. No intentó una investidura convencida de que “le daría una victoria al independentismo” haciendo evidente su derrota —los números no daban en ningún caso—, pero la desafección de los electores que confiaron su voto se recrudeció bajo la idea de que el triunfo del constitucionalismo, tantos años después, no servía para nada.
Ya en el siguiente ciclo electoral de 2019, con la repetición de las generales en noviembre, dejó al partido naranja herido de muerte (10 diputados en el Congreso). Y, por eso, Ciudadanos busca convertir un fracaso inevitable en un resurgimiento, en una historia de supervivencia que en realidad dependerá de lo que pase con sus competidores.El partido naranja que ahora pilota Carlos Carrizosa en Cataluña tiene asumida una caída estrepitosa y ahora se centra en mejorar los resultados que prevén los sondeos. “Ya hemos ganado las elecciones una vez y no fue suficiente, porque el resto de partidos con los que necesitábamos sumar cayeron en picado. Ahora se trata de sumar entre todos. Lo importante no es que Ciudadanos gane, sino que el constitucionalismo sume”, repiten los ideólogos de una campaña inmersa en la tercera ola del coronavirus.
La participación sí es un elemento que puede ser crucial, teniendo en cuenta que la movilización de los electores que persiguen siempre es mucho menor a la del independentismo. “Si la participación es mayor de lo que pensamos ahora, nos beneficiará seguro”, zanjan.
Aun así, el reto es demasiado complicado: que la subida del PSC y el ‘efecto Illa’ (que está por ver si se cumple) no supongan una caída mayor de Ciudadanos. Es decir, que los socialistas crezcan no solo a base del voto que en 2017 se fue a los naranjas o que, al menos, haya un equilibrio de ambos. El partido de Arrimadas se centrará en llamar una vez más al voto constitucionalista con un mensaje político que llevan semanas repitiendo: “Los votos a Ciudadanos son seguros para intentar una suma constitucionalista. Los que vayan al PSC tienen el riesgo de un pacto con ERC. Illa elegirá el tripartito si nosotros no somos fuertes”. Compiten con los socialistas en el voto no independentista, pero sobre todo necesitan seguir siendo hegemónicos en el centro derecha y el centro izquierda decepcionado con los pactos del Gobierno central y los republicanos de Oriol Junqueras.En realidad, el único éxito posible de Ciudadanos radica en otra variable. Con el PP al acecho desde los raquíticos resultados de noviembre de 2019, el partido de Pablo Casado tiene claro que la absorción de la formación de Arrimadas es esencial para reagrupar el centro derecha y confirmar una alternativa real a Pedro Sánchez. Los planes de una opa hostil llevan tiempo encima de la mesa, esperando que llegue el momento justo. La coalición en Euskadi no sirvió para hacer la reedición catalana y los partidos tomaron distancia. Para Ciudadanos, en el fondo, fue un respiro.
Confirmar una distancia importante el próximo 14 de febrero sería un gran balón de oxígeno para los próximos meses, demostrando al menos que mantienen fuerza en su cuna política y lanzando el mensaje de que el PP no tendrá tan fácil seguir con su objetivo. Todavía será más determinante si se cumple el sorpaso de Vox al PP.
Habrá desastre electoral, pero para Ciudadanos el verdadero fracaso dependerá de si mejoran los números de las encuestas (en la sede del partido se muestran convencidos de que así será) y si el PP firma un resultado malo. Especialmente, después de que intentara erigirse como la auténtica lista constitucionalista fichando a la número dos de los naranjas, Lorena Roldán, y a otra candidata que concurrió con Manuel Valls a las municipales de hace dos años. El candidato popular, Alejandro Fernández, ha contado con el respaldo de Casado y sus barones desde el primer momento, pero otras polémicas, como la que afecta a su número cuatro por Barcelona a causa de la investigación por una agresión sexual, han empañado muchos de sus avances. A eso se suma el inicio del juicio de la caja B del PP el próximo lunes, en plena recta final.Este sábado, Ciudadanos aprovechará otra baza importante en un acto en el que volverá a sus esencias contando con algunos fundadores de la formación, el jurista Francesc de Carreras y el escritor Félix de Azúa. Los mismos que defenestraron a Rivera cuando se negó a cualquier acuerdo con el Partido Socialista y que decidieron brindar su apoyo a Arrimadas hace pocas semanas reivindicando Ciudadanos como el único partido constitucionalista que defiende los derechos de los catalanes frente a décadas de nacionalismo. Un mensaje que para el votante catalán de la formación (a diferencia de lo que ocurre en el resto de España) es clave.