JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • Si tanto PSOE como PP achican el espacio, es una mala noticia para Arrimadas

El partido que dirige Inés Arrimadas en plena crisis de credibilidad electoral, como se evidenció en las elecciones de Cataluña y Madrid (de 36 escaños a 6 y de 26 a 0, respectivamente) escenificó el pasado fin de semana un último intento de mantenerse a flote al menos hasta las próximas generales. Aunque dos años se le pueden hacer muy largos. Ciudadanos ha ondeado dos banderas para intentar resistir la fuga de militantes y retener a sus votantes: la verde y la liberal. Es cierto que ambas no tienen dueño en el panorama político nacional. La incógnita es si tienen adeptos.

Los liberales, que existen, pueden estar desengañados de las múltiples siglas que han pretendido desde la Transición ser paladines de este ideario sin conseguir otra cosa que restar respaldo a los grandes partidos para después subastar su apoyo a uno u otro. Y la bandera verde todavía se considera en España cosa de Greenpeace y ‘National Geographic’. Con la maldición de los partidos de centro como marco de referencia histórico, los fieles a Edmundo Bal y Arrimadas se aferran a las siglas rechazando una fórmula de fusión con el PP. Una luchadora por la libertad como Rosa Díez cavó su tumba política, precisamente, cuando se negó a asociarse con el entonces pujante Cs de Albert Rivera.

En un barco del que están saltando un día sí y otro también cargos directivos, la cúpula del partido pretende llegar, como sea, hasta las generales, cuando Sánchez tenga a bien convocarlas. El objetivo táctico, viable sobre el papel, es convertirse en refugio de los votantes socialistas defraudados por el ‘sanchismo’, pero incapaces de meter en la urna una papeleta del PP. Por eso Arrimadas y los suyos han vaciado de perfiles ideológicos la sigla ofreciendo una especie de área de descanso con los atractivos colores verde y liberal. Se trata de una llamada casi más emocional que política a los que ‘huyen de los extremos’, a los que no quieren las dos Españas, a los que rechazan el círculo vicioso de los dos grandes partidos turnándose en el poder.

Pero en un momento en que el marco mental dominante es que solo la unidad del centro-derecha puede sacar a Sánchez, al populismo y al separatismo de La Moncloa, el mensaje de Cs les suena un tanto naíf. Para empeorar las cosas, al tiempo que los de Arrimadas montaban la puesta en escena, socialistas y populares reaccionaban también con la mirada puesta en 2023. El PSOE soltó el lastre más identificado con el ‘sanchismo’ (Redondo, Calvo, Ábalos) buscando centrar al presidente. El PP de Casado hacía parecida maniobra en Santiago ocupando el espectro c entro-derecha desde Ayuso hasta Feijóo. Se llama achicar los espacios. Y es una mala noticia para Cs.