Vicente Vallés-El Confidencial
- Inés Arrimadas, heroica guardiana de los restos del naufragio, trata de que su partido no se convierta en un pecio y se mantenga a flote
Aprincipios de mayo de 2018, un grupo de periodistas compartió mesa con el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, sin cámaras ni micrófonos. Se hablaría con más libertad. Quien realizó los saludos de rigor presentó al protagonista del almuerzo como el «futuro presidente del Gobierno». Rivera hizo un mínimo gesto, que los presentes interpretaron como una muestra de reserva ante esa posibilidad. Pero quien realizó tal afirmación prospectiva se limitó a glosar en cuatro palabras lo que entonces vaticinaban los sondeos: que Ciudadanos se aupaba al primer puesto entre las preferencias de los españoles.
En aquel momento, el PSOE estaba en la peor situación parlamentaria de su historia reciente, con solo 84 escaños (nunca había tenido menos) y con un líder que ni siquiera era diputado: Pedro Sánchez renunció al acta en 2016 para no cumplir la orden de su partido de facilitar con la abstención la investidura de Mariano Rajoy («no es no», ¿recuerdan?). El PP gobernaba en minoría y estaba a punto de aprobar los presupuestos con el apoyo del PNV, lo que le daría un barniz de estabilidad. Pero las encuestas ofrecían un panorama poco esperanzador a los populares frente al brío de Ciudadanos.
Sin embargo, se produjo un repentino golpe de guion. Antes de que terminara ese mes de mayo de 2018, se conoció la primera sentencia del caso Gürtel, de inmediato Pedro Sánchez presentó una moción de censura, en una semana el PNV pasó de apoyar los presupuestos de Rajoy a votar a favor de Sánchez, el líder del PSOE ganó la moción, prometió su cargo ante el rey y se instaló en Moncloa. Hasta hoy, y lo que quede.
El próximo periodo electoral definirá lo que quede de Ciudadanos. En cuestión de meses, quizá pocos, habrá elecciones en Andalucía
Aquel día terminó la carrera política de Rajoy y, en diferido, también la de Rivera. El presidente de Ciudadanos aún tuvo un efímero y engañoso momento de gloria al cabo de un año, en las elecciones de abril de 2019, cuando su partido consiguió 57 escaños. Pero el intento de sorpasar al PP en las europeas celebradas un mes después resultó un fiasco, y la repetición de las generales en noviembre dejó al partido con diez diputados, dirigentes a la fuga y amenaza de derribo.
El próximo periodo electoral definirá lo que quede de Ciudadanos. En cuestión de meses, quizá pocos, habrá elecciones en Andalucía. Podrían convocarse también en Castilla y León. En ambas comunidades, Ciudadanos gobierna con el PP. En ambas ha conseguido mantener viva su imagen propia, sin llegar a diluirse por completo en el poder que irradia el partido mayoritario de la coalición. Pero en ambas corre el riesgo de hundirse, como ya le ocurrió en Madrid el pasado 4 de mayo. Inés Arrimadas, heroica guardiana de los restos del naufragio, trata de que su partido no se convierta en un pecio y se mantenga a flote, aunque solo sea con el esqueleto de la nave. Pero después de la pintoresca opereta de la moción de censura de Murcia, el PP tiene una excusa legítima para despreciar la oferta-petición-súplica de Arrimadas de conformar una coalición para las elecciones andaluzas. «Disuélvete en el PP o muere», han venido a responder los populares con displicencia, y sin siquiera un mínimo amago de misericordia. Tal cosa no existe en política.
Los augurios son malos tendiendo a pésimos. Y, sin embargo, la historia reciente nos demuestra que existe un votante potencial de Ciudadanos
Y esa puede ser la realidad cuando llegue la hora en la que el presidente del Gobierno nos convoque a las urnas. Los augurios son malos tendiendo a pésimos. Y, sin embargo, la historia reciente nos demuestra que existe un votante potencial de Ciudadanos. Ocurrió mientras los electores entendieron que era un partido útil. Durante ese tiempo, supo representar a una España moderna, europea, a parejas jóvenes con un buen nivel de estudios e hijos en edad escolar, que viven en ciudades medianas y grandes, progresistas en asuntos sociales como el feminismo y los derechos LGTBI, laicos, con un criterio moderadamente liberal de la economía, y un firme sentimiento nacional. Es un votante que abandonó al PP por los casos de corrupción y por considerarlo demasiado conservador en cuestiones sociales y morales, y que abandonó al PSOE al no sentirse representado por un partido que compadrea gustosamente con independentistas y populistas de extrema izquierda.
La muestra más evidente del triste destino de Ciudadanos es que nació con valentía en Cataluña y se extendió por España para evitar, precisamente, la influencia (desproporcionada, debido al sistema electoral imperante) de nacionalistas e independentistas en la política nacional, y que ahora vive su ocaso cuando partidos como Esquerra Republica y Bildu se han convertido en las columnas que sostienen en el Gobierno a PSOE y Podemos.
El historiador americano Richard Hofstadter decía de los llamados «terceros partidos», que en ocasiones surgen en medio de los dos grandes, que «les pasa como a las abejas: pican y después mueren». Pronto sabremos si Ciudadanos entra en esa categoría.