LIBERTAD DIGITAL – 16/01/16
· Rivera tendría complicado rechazar ese ofrecimiento ante el temor de que una repetición electoral pueda mermar su fuerza parlamentaria.
Albert Rivera ha hecho fama de muchas frases, como esa de «imposible es sólo una opinión» que en la sede central de Ciudadanos se puede leer junto a otras de Kennedy, Einstein o Víctor Hugo. El líder centrista aprendió en EEUU la importancia de repetir machaconamente determinados mensajes para que vayan calando. El profesor del curso de comunicación política que recibía el entonces diputado en el Parlamento de Cataluña, le mostró en una pantalla fragmentos de multitud de discursos de Barack Obama (recién llegado entonces a la Casa Blanca) en los que el líder demócrata repetía incansablemente determinados conceptos e ideas.
Siguiendo esa estrategia, Rivera no se ha cansado de decir, desde las elecciones andaluzas de principios de 2015 y las municipales y autonómicas de mayo, hasta las generales de diciembre, que Ciudadanos no negociará «a cambio de sillas o sillones». Así ha sido , significadamente, en las dos comunidades donde el partido naranja sostiene a sendos gobiernos, socialista uno y popular el otro: Andalucía y Madrid. Juan Marín podría haber sido vicepresidente de Susana Díaz e Ignacio Aguado tiene bien reciente el último ofrecimiento público de Cristina Cifuentes para entrar en el Ejecutivo madrileño, que como los anteriores ha sido rechazado.
A la experiencia autonómica se refería Rivera este jueves en su primera rueda de prensa en el Congreso al ser preguntado por Libertad Digital acerca de si aceptaría entrar en un Gobierno con el PP dentro de un acuerdo a tres que incluyese al PSOE, como él mismo viene reclamando desde después de las elecciones: «El formato que hemos adoptado no nos parece malo, de hecho creo que la gente lo ha valorado bien. Se garantiza que hay una institución que funciona, una legislatura, a la vez se va pactando tema por tema. No creemos que sea una mala fórmula, de hecho creemos que es buena». Una explicación de por qué no se formará parte de un Gobierno, pese a que el propio Rivera, al proponer el pacto con populares y socialistas el pasado 23 de diciembre, abría la puerta a entrar en un Ejecutivo de coalición.
Pese a que desde entonces el discurso público sigue siendo descartar totalmente la posibilidad de que hubiese ministros de Ciudadanos en un Gobierno presidido por el PP y quién sabe si con integrantes también del PSOE, en privado importantes dirigentes centristas abren la puerta a esa posibilidad. Lo hacen además con una explicación: «No es nuestra intención, pero si eso fuera lo que pudiera bloquear un acuerdo como el que defendemos, para dar estabilidad a España, que la legislatura eche a andar y poder hacer frente con garantías al desafío secesionista en Cataluña, entonces nosotros no seríamos impedimento«.
Naturalmente, cabe la opción de que formar parte del Ejecutivo fuese una exigencia del PP, con el que los diputados naranja sumarían 163 diputados, suficientes para investir en segunda vuelta a Mariano Rajoy o a otro dirigente popular siempre que se cuente con la abstención del PSOE. Una exigencia con la que el primer partido del Congreso trataría de corresponsabilizar a Rivera de la tarea de Gobierno, evitando la figura de pepito grillo que ejerce a sus anchas Aguado en Madrid, y que dejaría al líder centrista con dos opciones: aceptarla y mantener un grupo de cuarenta escaños en el Congreso o rechazarla e ir a una repetición electoral que, según una creencia generalizada, haría perder a Ciudadanos votos y escaños.
Por si llega el ofrecimiento
Es obvio que Ciudadanos sólo entrará en un Gobierno si recibe el ofrecimiento. De manera hábil, Rivera, a la pregunta referida de este medio en la rueda de prensa del jueves, cuidaba las palabras para decir que «no es una posibilidad que tengamos encima de la mesa«. Naturalmente, en el momento en que alguien la ponga sobre la mesa, todo es susceptible de cambiar. De momento, el discurso oficial sigue siendo negar el sí a una investidura (el PP tiene garantizada la abstención que el mismo Rivera prometió en campaña para la formación ganadora de las elecciones) y negar igualmente que se vaya a entrar en un Ejecutivo. Pero Rivera ya dejó claro, dos días antes de la cita con las urnas del 20-D, que «España está mal, pero no se merece estar peor».
En la hipótesis de un presidente de Gobierno del PP con un vicepresidente y/o algunos ministros de Ciudadanos que lograría su investidura con la abstención del PSOE, a nadie se les escapa que ese Ejecutivo tendría una legislatura muy difícil por delante. En principio, para las grandes cuestiones de Estado, particularmente todo lo referido a la respuesta al desafío catalán, se podría formar mayoría con los socialistas, para después ir buscando apoyos puntuales -la famosa geometría variable que aplicó Rodríguez Zapatero en su última legislatura- que bien pudieran oscilar entre la derecha nacionalista vasca y catalana para aspectos económicos o la izquierda, incluso, para determinadas propuestas de regeneración que Rivera trataría de impulsar, particularmente la reforma de la Ley Electoral. Un escenario, el dibujado, muy complicado pero no imposible, porque ya sabe toda España lo que el líder de Ciudadanos piensa de esa palabra.