Jesús Cuadrado Bausela-El Español
El autor asegura que ante un PSOE que «ya sólo es sanchismo», Albert Rivera no puede servirle de coartada, y considera que es el momento de que Cs deje de ser «bisagra» para convertirse en alternativa.
En las encuestas que hace Tezanos siempre gana el PSOE. Si hay triunfo socialista, acierta, si no, yerra. La que ha cocinado para el 26-M sube a Pedro Sánchez a la cima; si atina, se coronará rey, si no, computará como un servicio más del más leal de los soldados del equipo. Él es una pieza del sanchismo, un negocio político centrado en la nostalgia. El material utilizado va de la Guerra Civil a la momia de Franco y el trampantojo de Vox sirve de reclamo. Como advierte el reconocido politólogo Mark Lilla: “Y los reaccionarios de nuestro tiempo han descubierto que la nostalgia puede ser una motivación política poderosa, quizá más poderosa que la esperanza”. Y muy útil en el mercado electoral.
Con el sanchismo, todo está al servicio de su versión de una “democracia narrativa” dirigida al gran público. Así, las pasadas elecciones generales, con el mismo 28% del desastre electoral de Rubalcaba y 123 diputados, se venden como una suerte de Revolución de los claveles. Para hacer creíble tanto entusiasmo, Iván Redondo, el gurú del sanchismo, ha implementado una cinematografía completa al servicio de la causa.
Entre los trabajos publicitarios, destaca el esfuerzo por presentar como moderados a leninistas y anticapitalistas confesos del conglomerado Podemos, imprescindibles para, con ministros o no, formar una mayoría de gobierno en España. Tiene mucho mérito la habilidad del spin doctor para transformar a Iglesias y a Garzón, que alardea de su admiración por Lenin, en pacíficos políticos nórdicos, o para reconvertir a revolucionarios anticapitalistas, como Miguel Urban, el portavoz europeo de Podemos, o al alcalde de Cádiz, en corderitos socialdemócratas. Y mucho cuajo para vender que en España hay extrema derecha, pero se ha evaporado la extrema izquierda, ahora, cuando va a ser gobierno. Un Oscar para el gurú del sanchismo.
Y la producción estelar de esta “democracia narrativa”: Ciudadanos es la extrema derecha. Los mensajes en esa dirección circulan de forma torrencial, pero lo más llamativo es la participación disciplinada de intelectuales reconocidos. Las viñetas repetidas de Peridis, con un monstruo de tres cabezas, a un lado, enfrentado a un San Jorge-Sánchez solitario, al otro, hicieron mucho por la causa. Otros ejemplos no faltan.
La política territorial la van a dirigir los que rompieron la disciplina en el PSOE para apoyar el “derecho a decidir”
Como Fernando Vallespín, catedrático de Sociología, habitual de El País, que hacía esta aportación hace unos días: “Es lo que le ha pasado a Rivera, que predicándose de centro, ha acabado por ser indistinguible de los otros dos partidos de la derecha”. Haciendo país.
Pero, nadie ha puesto más pasión que la escritora Almudena Grandes. También en El País nos explicaba que, cuando Sánchez conceda los indultos a los independentistas juzgados por el Tribunal Supremo, como ella desea, millones de españoles respirarán aliviados porque, afirma, “podremos recuperar el horizonte de la convivencia”. Haciendo patria. En la misma onda emite Carmena, la alcaldesa, que, como recogía EL ESPAÑOL, ha declarado “no feministas” a las mujeres de Cs por, dice, ir de la mano de Vox, por supuesto. En síntesis, para ser feminista, hay que ser leninista, anticapi, comunista, o similar.
Así avanza el sanchismo aglutinante. ¡Qué peligro! Comprendo a importantes líderes de opinión en España, especialmente Pedro J. Ramírez, cuando proponen la abstención de Cs, y el PP, para evitarle males mayores al país durante los próximos años. La propuesta supone un gesto de patriotismo, pero, si conozco a los sanchistas, creo no errar al decir que esa opción no va a prosperar. El “no pasarán” de la calle Ferraz no es un exceso de exaltados, es el santo y seña de Pedro Sánchez, convencido ahora de haber acertado en su peregrinaje al encuentro de alguna ideología con la que triunfar. “Juro por Dios que nunca habrá un rival más izquierdista que yo”, pensó, y hoy se siente triunfador frente a todos, viendo el trasvase de votos de Podemos que le ha llevado del 22% al 28%. Nadie le arrancará el juguete.
Si Cs le hiciera esa oferta de abstención, Sánchez y su publicista aprovecharían la ocasión para debilitar la imagen del partido de Rivera. No va a prescindir de su alianza con el soberanismo, ni con el conglomerado de Podemos. Igual que en el chiste, no puede hacer otra cosa; “no he tenido elección, es mi naturaleza”, como le dijo el escorpión a la rana. Desgraciadamente, la política territorial del Estado la van a dirigir, no Borrel, desplazado a Europa, sino los que rompieron la disciplina de voto en el PSOE para apoyar el “derecho a decidir”. Y en la otra pata, la de la estabilidad económica, pronto veremos qué significa presión fiscal, “subir los impuestos a los ricos”, en el lenguaje publicitario del sanchismo.
Albert Rivera acierta: el Partido Socialista es ya solo sanchismo, sin ninguna capacidad de resistencia interna
Albert Rivera acierta: el sanchismo no tiene enmienda. Cuando Francesc Carreras, uno de los fundadores, le pide que “abisagre” a Cs, que se limite a ser muleta del PSOE o del PP, demuestra desconocer qué es el PSOE de Sánchez. Emplea la gramática obsoleta del bipartidismo que le confunde. El Partido Socialista es ya solo sanchismo, sin ninguna capacidad de resistencia interna. Si en 2012 escribí un artículo en El País titulado “Otro PSOE es necesario”, hoy solo podría decir que ya no es posible otro PSOE. Pedro Sánchez lo ha convertido en material de marketing para hacer caja electoral y, como advertía el Nobel de Economía Robert Shiller en La Economía de la manipulación, se pueden utilizar las técnicas de marketing para hacer política, pero es inmoral convertir la política en marketing.
Eso es lo que va a dominar en España durante los próximos cuatro años. En territorios como Cataluña o Baleares los sanchistas aplicarán políticas soberanistas sin complejos, en el País Vasco o Navarra ejercerán de muleta de independentistas confesos, en regiones como Castilla y León serán más sanchistas que Sánchez. Pero, si el sanchismo es el problema, habrá que ver si Ciudadanos es capaz de construir la alternativa reformista que necesita España, en el centro político que decide, más allá de las bases electorales en retroceso que ven al PSOE y al PP como la familia de la que no pueden prescindir. Bisagra o alternativa, para Cs, esa es la cuestión.
Nuevo ciclo. Estamos en ese tiempo histórico al que hacía referencia Keynes: “Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. Y ¿usted, qué hace?”. Fuera de las fanfarrias del marketing convertido en política, si se lee el libro-programa El contataque liberal de Luis Garicano, responsable de Economía en Cs, se encontrará una propuesta inteligente del nuevo contrato social que exige la Nación, de las reformas imprescindibles para que el Estado de bienestar tenga un futuro viable. Veremos si en cuatro años ese proyecto reformista cuaja. De momento, el 26-M sabremos cuánto contrapeso tendrá el sanchismo en ayuntamientos y autonomías. Atentos a la batalla de Madrid.
*** Jesús Cuadrado Bausela es geógrafo y ha sido diputado nacional del PSOE en tres legislaturas.