FERNANDO GARCÍA-El Correo
El invento de Albert Rivera», titulaba un artículo publicado en este diario, en el que se sugería que no es más que un montaje de márketing; que detrás de la imagen no hay nada. En él se decía que Euskadi, para Rivera, es solo una excusa para ganar votos en el resto de España. La realidad es justo lo contrario. Hay muchos en España y en el País Vasco que llevan décadas viendo cómo partidos nacionalistas, con indisimulada deslealtad a la nación común, se aprovechan descaradamente de una posición política ventajosa que les da la ley electoral, para sacar provecho material sin el más mínimo atisbo de colaboración con el resto del país, para ir construyendo su patria, al margen de la común, imponiendo su identidad desde las instituciones y con el dinero de todos los vascos y promoviendo de forma grosera una imagen negativa y muchas veces falsa de todo lo que sea español.
Resulta que decir que los derechos históricos son un invento o que el cálculo del Cupo es todo menos transparente son exabruptos, insultos a la inteligencia. Pero no lo es poner en tela de juicio la soberanía nacional, también consagrada en la Constitución, cada vez que surge la oportunidad. O querer dar «un toque al Estado» o plantear la transferencia de competencias como un paso que nos acerca a la independencia de facto. O dejar al país sin Ley de Presupuestos. Todo ello, un partido con poco más del 1% de los votos que, sin ir más lejos, no podría tener representación en el Bundestag alemán.
Derechos ‘históricos’ los han tenido pueblos y regiones de media España, o de toda ella, por no hablar del resto de Europa. Pero desde la revolución francesa han ido desapareciendo de forma más o menos traumática; y para bien. Eso nos ha hecho progresar mucho más y ser más libres. La unión y la colaboración son mejores para la inmensa mayoría. Discutir o discrepar sobre el contenido de estos ‘derechos’ o incluso sobre su existencia en un Estado democrático no es un exabrupto; es, o debe ser, normal. Afirmar que el Concierto tiene su base en los derechos históricos es, desde luego, opinable; pero no un tabú, como pretenden muchos, demasiados, en el País Vasco. No debemos olvidar que el nacionalismo tiene probada experiencia y las mejores calificaciones en generar odios que degeneran en conflictos y eventualmente en guerras, que traen pobreza, miseria y más odio. Para muestra, el botón de Cataluña, que va por la segunda fase. Y no debemos olvidar tampoco que «vasco» y «nacionalista vasco» no son sinónimos, algo que han confundido hasta los partidos supuestamente constitucionalistas y que es una de las causas fundamentales de su desplome en esta región y en Cataluña.
Estoy seguro de que en el País Vasco hay muchos ciudadanos que no se sienten para nada nacionalistas, que están más que hartos de que les metan con calzador una identidad que reniega de su patria. Téngase en cuenta que la mayoría de los vascos realmente existentes tiene sus raíces en otras tierras de España y que no tienen ningún deber de odiarla.
FERNANDO GARCÍA Coordinador de la Agrupación de Ciudadanos de Bilbao