Total, que ayer el Congreso dio vía libre a la tramitación de la proposición de Ley de Derechos y garantías de la dignidad de la persona ante el proceso final de su vida. El título de la norma resulta algo perifrástico, pero váyase lo abundoso por la precisión. No se trata de la eutanasia, ni del suicidio asistido que proponía Podemos, sino de lo que explica el nombre de la ley, una regulación estricta de los cuidados paliativos. Es verdad que algunas CCAA han desarrollado legislación propia. El Parlamento vasco aprobó por unanimidad una ley impecable el verano pasado, con un título idéntico al de la norma que arrancó ayer, pese a lo cual el PNV votó en contra, en defensa acérrima de las competencias, siempre más importantes que la ley.
Votaron a favor C’s, el PP, el PSOE y Podemos. Este hecho es en sí mismo portentoso, con los cuatro grupos más grandes de la Cámara votando juntos y, lo que resulta aún más notable, que Podemos haya votado favorablemente un proyecto de ley que no es el suyo y que niega la eutanasia y el suicidio asistido. Bien es verdad que, como anunció su portavoz, su voto afirmativo tenía un carácter tácito, preparatorio de futuras batallas por las citadas cuestiones. Al fin y al cabo, en la izquierda, y cuanto más radical más, cada vez que se tocan estas cuestiones late mal disimulada una pulsión de muerte.
No recuerdo éxito parlamentario semejante de Ciudadanos. La iniciativa de un grupo de 32 escaños consigue el apoyo más del 90% del Congreso. Así las cosas, resulta de difícil comprensión que Albert Rivera se empeñe en tapar un triunfo cierto, rotundo y evidente por una aventura de tan impredecible final como la de Murcia.
Resumen de lo publicado. Ciudadanos presionó en varias direcciones: al PP para que sustituyera al presidente por otro candidato; a sí mismo, al no dispensar a Sánchez el trato que su propia ley prescribe para los investigados: que sean apartados del cargo cuando pasen de investigados a procesados; al PSOE para que suscribiera una moción de carácter instrumental, sólo para deshacerse del presidente y convocar nuevas elecciones.
«La que está liando el PP en Murcia», dice mi admirada Inés Arrimadas, mientras Rivera insinúa sotto voce que no ha descartado apoyar un Gobierno del PSOE y Podemos para algo más que convocar comicios. No lo acabo de creer. El PSOE enseña también la puntita de la enagua al decir que retira la moción si Sánchez dimite. Quizá haya algo de postureo para ver si el PP anima al presidente murciano a dimitir. Es un lío, efectivamente. Con lo fácil que habría sido esperar a que se pronuncie el juez. Claro que hay otra solución. El portavoz de C’s en la Asamblea, Miguel Sánchez López, fue en una reencarnación anterior concejal de UPyD en su pueblo, Caravaca de la Cruz. Allí hizo una performance que podría repetir en la Asamblea. Pidió la dimisión del alcalde, imputado en el caso Roblecillo. Como el alcalde, un tal Domingo Aranda, no le hizo caso, se constituyó en el comando suicida de La vida de Brian y dimitió él. No descarten ninguna posibilidad.