El pasado 25 de abril se conmemoró medio siglo de la Revolución de los Claveles, que acabó con la dictadura salazarista y dio comienzo, con trompicones, a la democracia. Aquel levantamiento se inició al compás de ‘Grándola, Vila Morena’, una canción tolerada en el Portugal de Marcelo Caetano y que contiene el verso “O povo é quem mais ordena”. Alfonso Domingo (autor de El ángel rojo, biografía del memorable Ángel Rodríguez) ha publicado Mojar la pólvora (La esfera de los libros) donde hace detallada crónica de aquella revolución de los capitanes del MFA, Movimiento de las Fuerzas Armadas Portuguesas, así como historía la UMD (Unión Militar Democrática), fundada en los cuarteles españoles, en septiembre de aquel mismo año, 1974-
El comandante Juli Busquets, hijo de un médico de la Guardia Civil y nieto de un general, fue uno de los muñidores de esta organización. Estaba doctorado en sociología y no tardaría en militar en el partido socialista llegando a ser diputado durante más de quince años. En 1977 -ya disuelta la UMD- votó en el Congreso de los Diputados en contra de la Ley de Amnistía, porque se amnistió a los etarras, pero no a quienes habían defendido las libertades desde el Ejército. En julio de 1976, tras ser nombrado Adolfo Suárez presidente del Gobierno, se decretó un indulto que excluía la reincorporación al Ejército de los expulsados por pertenecer a una organización clandestina. Hubo un trato desigual en delitos ‘políticos’; en particular, a los profesores universitarios expulsados sí se les permitió regresar a sus aulas. Borrón y cuenta nueva.
El propósito de la UMD, a diferencia del MFA portugués, era apoyar el proceso democrático desde dentro del Ejército y permitir el avance de la sociedad hacia la democracia, considerando la profesión militar como una profesión más. Se desestimaba un pronunciamiento activo y se proponía ensayar un pronunciamiento negativo: “mojar la pólvora de aquel ejército azul”. No obstante, cinco años después de disolverse se produjo el intento de golpe de estado del 23-F, que para Alfonso Guerra funcionó como una vacuna. El golpe fue frenado por el Rey, a quien Guerra alaba y agradece con claridad y energía que garantizase la continuidad de la democracia.
Al acabar el año 1986, y tras la segunda mayoría absoluta del PSOE, Alfonso Guerra cumplió su palabra dada y los militares expulsados fueron rehabilitados, pudiendo, por fin, “solicitar su reincorporación a las Armas, Cuerpos o Institutos de los que fueron separados, con el empleo que les hubiera correspondido por antigüedad, si no hubiese existido interrupción en la prestación del servicio”.
En aquella efímera organización hubo ciertamente pugnas para controlarla. Afloraron en su interior tensiones, enemistades, manipulaciones, también reconciliaciones. Cumplida su misión básica, se disolvió para no dar coartada a los militares involucionistas para formar una asociación de signo contrario. Antes de detener y juzgar con dureza a los militares de la UMD, entre quienes había gente de reconocida categoría, se hicieron desde el poder militar artimañas de todo tipo para desprestigiarlos y hacerles la vida imposible.
Algunos de aquellos militares más destacados fueron el comandante de Ingenieros Luis Otero, los hermanos Reinlein (cuyo padre había ganado una medalla en la División Azul), el capitán del Estado Mayor Restituto Valero (llamado ‘el Niño del Alcázar’, pues nació en el asediado Alcázar de Toledo bajo el mando del general Moscardó). O el capitán del Servicio de Inteligencia Fernando San Agustín (autor de novelas como Os matarán en nombre de Dios o La trastienda de los Servicios de Inteligencia).
En 2002, el presidente del Tribunal Constitucional Manuel Jiménez de Parga declaró que España todavía tenía una deuda con la UMD. Sin embargo, debieron pasar siete años hasta que el Congreso de los Diputados aprobase instar al Gobierno a rendir homenaje a la UMD por su compromiso y sacrificio personal en su lucha por la democracia.