Clima de ventajismo

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • En vez de excusas oportunistas sobre el cambio climático, la población de los parajes quemados espera una pizca de amparo

Pedro Sánchez es un pirómano político y social, pero no va por ahí quemando montes con un mechero. Incluso, aunque los españoles estemos muy (mal)acostumbrados a echar la culpa de cualquier catástrofe al Gobierno, es difícil cargarlo con una responsabilidad pasiva en la proliferación de incendios. El presidente no necesita por tanto excusarse en esos argumentos genéricos que suele prodigar cuando se ve en la tesitura de hacer frente a algún aprieto, y menos aprovechar para hacer propaganda ideológica cuando se persona sobre el terreno. Su obligación consiste en colaborar con las autoridades locales y regionales sin distingos partidarios, desplegar los máximos recursos posibles y ofrecer empatía y ayuda a los afectados en vez de darles la matraca oportunista del cambio climático. (Será el calentamiento global, en todo caso; con tantos asesores como tiene bien podría encontrar el término exacto). El énfasis en la emergencia ambiental, citada en abstracto, hace pensar que tras la pandemia y Putin está buscando un tercer chivo expiatorio para un fracaso que hasta ahora nadie le ha imputado.

Si abre ese debate va a salir perdiendo. Porque puestos a buscar causas remotas de los siniestros habrá que acordarse del proteccionismo integrista que impide a la gente del medio rural desbrozar las malezas forestales en invierno. Esa materia combustible, el elemento más agravante del poder destructor del fuego, solían despejarla los agricultores y los ganaderos que ahora no pueden hacerlo sin que una legislación hiperrestrictiva los ponga en riesgo de sufrir multas y hasta arrestos. La despoblación se ha convertido en un mantra de la élite política que desdeña la realidad de los habitantes de esa manoseada ‘España vacía’, desoye sus verdaderas cuitas y los somete a un ecologismo de salón cuya plasmación normativa sólo sirve para empeorar sus condiciones de vida. Si esos sedicentes progresistas dejaran de considerar el campo como una potencial plantación de generadores de energía renovable y mirasen con atención los resultados electorales, quizá alcancen a preguntarse –que lo comprendan es mucho pedir– por qué no dejan de perder respaldo y confianza en las zonas rurales.

Y sí, el continuo aumento de la temperatura terrestre es un fenómeno inquietante y dramático. Y claro que hay en él una decisiva influencia del comportamiento humano. Justo por eso hay que cuidar el ámbito agrario y escuchar a sus pobladores en lugar de imponerles prohibiciones contraproducentes o tratar de acojonarlos con silogismos ventajistas o directamente falsos. Por mucho que se empeñen los apóstoles de la transición verde, el deterioro de la naturaleza no se arregla en los despachos. Pero Sánchez no habla para los que viven en el paisaje devastado sino para sus votantes urbanos. Veremos a qué disculpe acude cuando les tenga que restringir el aire acondicionado.