Bieito Rubido-El Debate
  • Donde hay una necesidad, se crea un derecho. Pero los derechos hay que financiarlos y los recursos en cualquier país salen del bolsillo de los ciudadanos comunes: de usted y de mí

Hay teorías y hay experiencias. El socialismo en su versión comunista puede llegar a ser una teoría idílica, pero la experiencia ha demostrado que es una de las mayores crueldades que la humanidad ha conocido en los últimos cien años. El comunismo elimina el incentivo y castra la ambición. La santa ambición, que decía algún jesuita. Ahora es un salesiano, el padre Sergio Codera, párroco de Las Tres Mil Viviendas, el que ayer puso el dedo en la llaga. Se trata de un sacerdote relativamente joven, 44 años, pero con larga experiencia en zonas marginales. Codera se atrevió a decir, después de describir un panorama desolador de la juventud en una de las barriadas más pobres de España, que tal vez las pagas públicas, las subvenciones, desincentivan a los más jóvenes, que renuncian a formarse y a buscar nuevos horizontes. Según Sergio Codera, «eso es digno de estudiar y reflexionar».

La izquierda, históricamente, en contra de lo que predicaba, prefiere al ciudadano ignorante y desmovilizado con una paguita. No quiere emprendedores ni gente ambiciosa. La experiencia comunista está bien clara en países como Cuba, Nicaragua, Venezuela o Corea del Norte. La experiencia de la libertad económica también se evidencia justo en los países que han optado por lo contrario. Comparen Corea del Sur con su vecino y hermano del norte. El sistema capitalista es más productivo y es moralmente superior, ya que fomenta la libertad y la igualdad de oportunidades. Si quieres ser rico y te empeñas en ello, seguramente lo logres. Ya sé que hay millones de fracasos, por supuesto. Nada es fácil, y menos la vida. Ahora bien, denme la libertad de intentarlo. Denme medios. Es el viejo aforismo de dar cañas para pescar en lugar de un pescado cada mes.

Donde hay una necesidad, se crea un derecho. Pero los derechos hay que financiarlos y los recursos en cualquier país salen del bolsillo de los ciudadanos comunes: de usted y de mí. En definitiva, los recursos son finitos. La mala administración de los mismos genera pobreza y al final se reparte la pobreza, mientras una oligarquía vive bien a costa de los demás.

El párroco de Jesús Obrero –que así se llama la iglesia de Las Tres Mil Viviendas de Sevilla– habla desde la experiencia. Él quiere que los jóvenes salgan adelante, que superen las muchas dificultades que entraña vivir en una barriada como esa, que se ganen la vida de una forma digna y puedan mantener una familia, pero en ocasiones «se ven obligados a vender cosas que no tienen que vender. Ahí hace falta un trabajo todavía más fuerte y buscar trabajos más dignos». Por el medio se mezclan políticas equivocadas. En lugar de fomentar la educación, la formación o el valor del esfuerzo, se hace exactamente todo lo contrario.

Lejos de mí la idea de no atender a quien necesita ayuda. El estado de bienestar en Europa –y muy especialmente en España– se acerca a toda esa gente que lo necesita. Aun así, en nuestro país, en los últimos años, ha crecido el índice de pobreza, la infancia está más desatendida y el poder adquisitivo se ha desplomado. Por tanto, tras más de siete años de experiencia de un Gobierno supuestamente atento a lo social, sería bueno dejar a un lado la teoría y poner en práctica políticas que incentiven a los más jóvenes a esforzarse por un mundo mejor. Ya sabemos que este tema se presta a mucha demagogia por ambas orillas de la ideología. Todos anuncian medidas y promesas que mueven los sentimientos más primarios. A veces, decir la verdad cuesta. Al menos, Sergio Codera, desde su conocimiento, nos ha propuesto reflexionar sobre la eficacia o no de las pagas por no hacer nada.