Eduardo Uriarte-Editores

Churchill, genial en sus intervenciones y comentarios, podía ser, también, cruel. Ante el reproche por los daños que sobre la población civil alemana estaban provocando los bombardeos de la RAF se le atribuye esta dura contestación: “que se cuezan en su propia salsa”. Me he acordado de ella cuando he contemplado a empresarios y comerciantes catalanes protestar ante los asaltos, destrozos y pillaje que se están produciendo en sus localidades con motivo de las manifestaciones a favor de la libertad de expresión y del rapero preso. Incluso en algún caso pedían a la Generalitat que respaldara a su policía, gesto que muestra hasta dónde ha llegado el caos en aquella nacionalidad.

Comparto su preocupación y desasosiego, y no me gusta recordar aquí la cruel frase atribuida a Churchill, pero debieran ser conscientes que la voluntad popular pastoreada por un nacionalismo rupturista lleva tiempo no sólo deslegitimando las instituciones y los instrumento para la convivencia, incluso las fuerzas hegemónicas en Cataluña han propiciado la existencia de movimientos insurreccionales como los actuales. “Apreteu, apreteu”. Luego, resultan un incordio.

Lo de la libertad de expresión nada tiene que ver con las algaradas, el preso no es más que una excusa, podría ser otra. Una vez deslegitimado el Estado de derecho, declarada la secesión, descalificado el poder judicial, desprestigiada cualquier acción policial, es muy difícil salvar los escaparates del pillaje, o las fachadas del tizne de los incendiados contenedores. Se empiezan a ver las consecuencias del grave destrozo institucional provocado por el siempre democrático procés a la independencia. Al fin y al cabo Barcelona tiene a una activista, que lo tiene a gala, como alcaldesa.

Pero no es sólo un problema catalán, nos estamos cociendo todos en nuestra propia salsa. A nivel de España tenemos un Gobierno social-populista apoyado, entre otros, por lo que han dejado Cataluña como un erial para la libertad y la convivencia. Aunque con menos virulencia también se dan en otras localidades españolas manifestaciones por la “libertad de expresión” al socaire de discursos legitimadores de la ruptura política. Germinando en ellas también núcleos violentos que pueden extenderse como una mancha de aceite en estos momentos de grave crisis sanitaria y económica. Tras los discursos deslegitimadores del sistema suelen surgir estos movimientos, y si los discursos se realizan desde el poder y medios de comunicación aledaños sus efectos son más rápidos y dañinos. Una vez inoculado el virus de la violencia contra el sistema liquidarlo se convierte en una tarea enorme. Recordemos los cincuenta años de ETA y los veinte de la kale borroka.

La salsa legitimadora del enfrentamiento está en comportamientos cotidianos del Gobierno, incluso en actos que parecen carecer de trascendencia. Hace pocos días, tras un acto de conmemoración del 23F en el Congreso, de cínico respaldo por algunos de los presentes -pues no está ni por la Constitución ni la convivencia que salió victoriosa del golpe-, a la puerta de la Moncloa nuestro presidente, declara incívico al rey emérito -que lo es- y expresa una valoración positiva del actual rey. Curiosamente dice que está a favor de la institución de la Corona, pero también el incívico rey emérito forma parte de ella.

No debiera introducirse en este ámbito porque constituye un sibilino ataque a la institución a pesar de las apariencias de apoyo a la Monarquía. Porque no es usual, salvo que un primer ministro tenga comportamiento de emperador o de papa en el Antiguo Régimen, ponerse a tutelar al rey, a la máxima institución del Estado, ocupando su lugar. No tiene sentido, a tres días de que Felipe VI hiciera una apología de su padre ante el 23F, que él venga a llamarle incívico, aunque lo sea. Mucho más si tenemos en cuenta que nunca ha empleado tal calificativo con los sediciosos malversadores catalanes, a los que pugna por indultar, y el tiempo que le costó condenar la violencia callejera por el rapero preso.

Un gesto, el de Sánchez en su rueda de prensa, que prosigue la labor de deslegitimación del sistema, y como bien saben los comerciantes catalanes, tras ello viene el desorden, las algaradas, la policía sin respaldo político, y el pillaje. Al fin y al cabo nuestro presidente es el abanderado del no es no: la antipolítica. Todos cocidos en la misma salsa de la ruptura.