El PSOE y el PP están entregados a un ‘y tú más’ de escasas perspectivas, como los personajes goyescos del duelo a garrotazos, metidos ambos hasta la rodilla en el barro en el que quieren hundir al otro. La conspiración contra el PP que denuncia De Cospedal es irrelevante. Urge más saber qué ha pasado en Boadilla.
Alejandro Agag anuncia querella contra quien le vincule con la investigación de una posible trama de corrupción en ayuntamientos e instituciones gobernadas por el PP. Hace bien en defenderse contra una voluntad de infamarlo, si la hubiere, pero debe comprender que su espectacular boda con Ana Aznar ha proporcionado fotos inenarrables de algunos implicados por el juez Garzón en esta presunta trama. Ningún director de casting habría caracterizado tan bien a unos actores para hacer de conseguidores y comisionistas.
Esto, naturalmente, no le implica a Agag en nada que no sea su propio matrimonio, por mucho que Francisco Correa, que actuó como testigo del novio, sea una de las cabezas visibles de esta representación judicial. «No tenía las amistades adecuadas», podríamos decir, como Marlowe en El sueño eterno, cuando la policía rescata del agua el cadáver de Owen Taylor, el infortunado chófer de los Sternwood.
Decía el gran Moravia en sus años finales que la familia era la gran escuela de la delincuencia moderna. No sabemos si era una reflexión melancólica suscitada por las andanzas amatorias de su mujer, la navarra Carmen Llera, con el líder druso Walid Jumblatt y el actor Klaus Kinski. Probablemente. Si no hubiera opinado desde una perspectiva personal, habría atribuido al municipio esa condición.
Otro día hablaremos del sindicato, pero hoy toca el Ayuntamiento, y, por extensión, las administraciones públicas. La secretaria general del PP denunció ayer «la campaña de desprestigio y acoso que está sufriendo el PP», campaña instigada por el Partido Socialista que tiene como instrumentos a la Fiscalía, la prensa y las filtraciones parciales del sumario. No es improbable que haya algo de verdad en la denuncia: que la Fiscalía actúe bajo impulso político, que haya prensa interesada en cuestionar la honradez del PP, y tampoco nos escandalizaríamos de que se hubiera producido alguna fuga en un sumario de los que custodia el juez Garzón. No sería la primera vez.
Lo que ocurre es que ninguna de estas hipótesis, aun reales, podrían compararse a la cuestión central del asunto: si son ciertos o no los hechos, en qué cantidad, en qué ayuntamientos y en qué otras instituciones, y si esto obedece a impulsos particulares o tiene una línea para la financiación del PP, como en su día la tuvo Filesa para la del PSOE.
El PSOE y el PP están entregados a un y tú más de escasas perspectivas, como los personajes goyescos del duelo a garrotazos, metidos ambos hasta la rodilla en el barro en el que quieren hundir al otro. La conspiración contra el PP que denuncia De Cospedal es irrelevante. Urge más saber qué ha pasado en Boadilla. Estaría bien que se metiera algo de prisa, dicho sea sin segundas, al caso de Ciempozuelos, a ver si nos enteramos de quién era el beneficiario de aquellos 40 millones de euros en concepto de comisiones. Dice Tomás Gómez que hay «crisis política, colapso moral y desgobierno en Madrid». Tiene razón. Recuerda a la Federación Socialista Madrileña en sus mejores tiempos. Es la crisis, el desgobierno y el colapso de la democracia toda. Y el paro, inexorable, hacia los cuatro y más allá.
Santiago González, EL MUNDO, 9/2/2009